Hugo Neira
Donde se forjan ciudadanos es en las fraguas de la escuela. No es el caso del Perú, los distraen. Pero ingenuo de mí, pensé que eso no pasaba en las grandes naciones. Y me equivoqué.
Dentro de muy poco, Donald Trump despachará en el salón oval de Washington. Su victoria me cae como anillo al dedo. Por una temática que ya me cansa decirlo, el desplome de la educación popular en el Perú y sus efectos perversos en la vida pública. Se elige a personalidades tan competentes como el comandante Ollanta Humala, gracias a los votos de las ingenuas izquierdas que creyeron que podían manipularlo. Lo vieron militar, más o menos otro Velasco, y se equivocaron. Con el comandante que no hizo gran cosa salvo dejar la caja fiscal calata, se han lucido sus electores populares y sendas élites, y además el mentor, Mario Vargas Llosa. El país camina para atrás. Mafias civiles encabezadas por expolicías. Jueces que le dan una paliza a la expareja, «es que estaba borrachísimo» (Hildebrandt en sus trece, n°324). La joya de modernidad de Larcomar sin rociadores de agua. «Lo que pasa es que…». Qué sinuosa expresión, cuando la escucho es queviene una explicación medio solapa.
Volviendo a Trump, sus compatriotas vinculan su triunfo a la desastrosa escuela americana pública. ¿Cómo me atrevo a decir eso? Porque ellos mismos lo dicen. El lector sabe que soy un chancón. Para esta columna, leo a diestra y siniestra, mando mails a conocidos que no radican en la bella Lima, con su tránsito tan silencioso de automóviles, de gente feliz de la vida y que nunca te mienta la madre en el primer atasco, los que viven en el extranjero no saben lo que se pierden. Pero esas investigaciones mías (perdón, maestro Porras, por perder mi tiempo en esas cosas) a la postre, dan un fruto. El caso es que los americanos tienen ahora su outsider político, fruto de su mala educación popular.
Miren de lo que me entero. En los Estados Unidos se ha establecido una pedagogía muy parecida a la peruana, y lo de Trump la pone en la silla de acusados. La cosa es sencilla. Decidieron que los escolares no necesitan docentes sino un «guía». Igualito, por acá lo llamamos «facilitador». Y esa escuela busca que los jóvenes «no memoricen simples hechos y conocimientos inútiles». O sea, lo mismo que en Perú, adiós al aprendizaje de saberes. La denuncia la hace Sol Stern en The Daily Beast, un diario de Nueva York. Y la conclusión es «trastornaron la enseñanza, interrumpieron la transmisión de valores cívicos de una generación a otra». No cambio ni una coma. El que protesta es el National Assessment of Education Progress. ¿Qué le parece profesor Vexler? Culpan a esa escuela —que en el Perú viene ruinosamente actuando desde hace treinta años— de «la crasa ignorancia de los americanos,jóvenes o viejos, en historia y en instrucción cívica». Con ese tipo de escuela no solo el Perú sino los Estados Unidos se pueden ir a la misma (…)
Lo digo en dos palabras, allá y aquí, se ha cerrado la fábrica de ciudadanos. Y cuando eso ocurre, todo el resto —recursos humanos, clase política— se va en picada. Y eso es lo que a nosotros nos ocurre. Ellos tienen algunas de las mejores universidades del planeta —no todo es Trump— y capascultas. No es nuestro caso.
El efecto Trump ya se siente en Europa. Están recapacitando. La otra noche escuché en la tele el debate directo de siete candidatos de la derecha francesa, en víspera de sus primarias presidenciales. ¡Cómo han cambiado! No se van a dejar desbordar por el populismo interno. En nuestro país, el APEC nos entusiasma. Normal.Pero creo que las agujas del reloj van por otro lado. La América de Trump va a ocuparse, es lo más probable, del capital interno que es su mano de obra. Una cosa es ciencia económica y otra política económica. Estas cambian. Se ha creído demasiado en el economicismo. En la superioridad de una disciplina sobre la política, el derecho, el pensamiento. En los Estados Unidos va a regresar la razón política sobre la razón empresarial.
¿Es una suerte de tradición peruana llegar tarde a la historia? Hacia 1808 en Lima el Virrey, muy de mala gana, se preparaba a enviar nuestros diputados a Cádiz, pero ya Bonaparte invadía España. En los años 40, en la élite había simpatizantes del nazismo, y Héctor Velarde les tomaba el pelo, simpatizaban con el III Reich cuando estaba perdiendo la guerra. Hoy veo un furor neoliberal justamente cuando merma en los Estados Unidos. Hernando de Soto,de regreso de China, dice que hubo 660 mil revueltas el año pasado, o sea, 1800 por día. Es mucho, la globalización despierta resistencia por todas parte. El voto de Trump es la venganza del proletariado gringo venido a menos. Millones de trabajadores blancos desocupados y la indiferencia de la gran finanza. Hay que mirar el mundo.
José Carlos Mariátegui lo llamaba «la escena contemporánea». Nuestra clase dominante es por tradición, extemporánea.