21 C
Tarapoto
viernes, enero 24, 2025
spot_img

Día de cumpleaños

El día del cumpleaños es algo especial. Es un día propio y, para muchos, el evento que siempre obligará a una celebración. Para otros, como para mí, es un día normal, pero siempre tendrá ese algo que conmueve. De repente el cumpleaños sea el día-termómetro en que medimos el grado de significancia que tenemos para la familia y amigos. Recibir un saludo por ese día refuerza nuestra estima, pero el mundo no se acabará si ocurre lo contrario, pues, yo mismo, a veces nunca llamo ni a mis familiares ni a mis amigos más cercanos. Para muchísimas personas felicitar por el cumpleaños es el acto social más importante.

Hace poco cumplí años y la primera llamada que recibí fue para invitarme a un desayuno regional en el Suchiche Café & Bar, en La calle de las piedras. Si así comenzamos el día, me dije, en cualquier momentito me llaman para un cocoroco. Disfruté un agradable desayuno gracias a Cinthia Córdova Córdova. Cuando me trajo un keke de plátano con una velita encendida pude darme cuenta que los comensales que también estaban disfrutando de sus desayunos me dirigían unas miradas amables, y dos personas que pasaron cerca de mi mesa me dijeron “feliz cumpleaños”.

El día del cumpleaños puede ser la línea de corte en la evaluación de nuestras vidas: de nuestros logros, de nuestros fracasos, de nuestra importancia en la sociedad, de la medición de nuestro desempeño o si les importamos a muchos. Podría marcar un antes y un después para valorarnos y descubrir si hay o no algo de trascendente en nuestras vidas. Nuestra vida podría ser una línea recta en el estilo en que están escritas algunas novelas, o sea, insulsa y rutinaria; o ser como el fuego que apasiona y quema.

Conozco personas que esperan con ansiedad el día de sus onomásticos. Muchos presumen de las llamadas que reciben y solo para satisfacer sus egos. A otros les importa un comino y, más bien, preferirían que nadie se enterara de sus fechas de nacimiento. Total, es una manera de entender la vida, pero lo que recibes ese día deja huella y nos marca para siempre, como esas frases que alguna vez recibiera Federico Dostoievski; o las deferencias que recibimos. En mi caso, cuando tenía siete años mi tía Francisca Bartra Bartra preparó especialmente un tallarín en salsa roja. En mi adolescencia, mi tía Jovita me obsequiaba con un postre de huevos a la nieve. ¿Cómo no nos van a marcar estos gestos?

Cuando se ocupan altos cargos se suelen recibir saludos hasta de desconocidos y es parte del protocolo. Mi valoración del día de los cumpleaños es bastante relativa, y aprecio los saludos que recibo por el celular y por las redes y los tengo registrados. En este diciembre, aunque nadie de mi institución me llamó ni me saludó la vida continuará. Tal vez estos días alguien se acuerde de ese cocoroco que sigo esperando. La esperanza es lo último que se pierde, dicen, y ya es hora de hacer justicia. (Comunicando Bosque y Cultura).

Artículos relacionados

Mantente conectado

34,597FansMe gusta
407SeguidoresSeguir
1,851SeguidoresSeguir

ÚLTIMOS ARTÍCULOS