Los dilemas de Kenji

Kenji Gerardo Fujimori Higuchi tiene 37 años; la misma edad de Alan García Pérez cuando asumió por primera vez la presidencia del Perú el 28 de julio de 1985. Sin embargo, voceros del partido fujimorista Fuerza Popular lo han llamado “cachorro”, “bebe de pecho”, “demasiado joven”, “inexperto en política”, y hasta “autista”. Semejantes calificativos sólo pueden ser emitidos por estos peleles con el visto bueno de la dictadora de ese partido, su hermana Keiko, frustrada dictadora del Perú en dos elecciones consecutivas.

Cuando Alberto Fujimori fue elegido presidente en 1990, su hijo menor, Kenji, tenía tan sólo 10 años y era el engreído de la familia Fujimori-Higuchi por su carácter extrovertido y alegre. Sin embargo, a diferencia de sus hermanos mayores, que fueron enviados a estudiar en las más exclusivas y costosas universidades de Boston, en los EEUU, Kenji realizó sus estudios superiores en la modesta Universidad Estatal de Kansas, en USA, en donde obtuvo el título de Bachiller en Agronomía. Las diferencias de Kenji con su hermana Keiko no terminan allí. Como en un drama shakesperiano, los conflictos y diferencias entre ambos hermanos son tanto de forma como de fondo, lo que los ubica en posiciones irreconciliables.

Kenji Fujimori nunca saboreó las voluptuosidades del poder, como sí lo hizo su hermana Keiko, cuando su madre, Susana Higuchi, fue echada de Palacio de Gobierno por su padre, entonces ya erigido en dictador. La hija mayor de los Fujimori no tuvo escrúpulos morales ni filiales para ocupar el cargo vacante de “Primera Dama de la Nación”, suplantando a su madre. Desde los 17 años hasta la huida de Alberto Fujimori en el año 2000, cargado de maletas con los tesoros acumulados por él y su socio Vladimiro Montesinos en 10 años de dictadura, Keiko Fujimori disfrutó de todas las prebendas que su posición le permitía, y despertó de su “sueño de poder” cuando su padre envió desde Japón el fax renunciando a la presidencia.

Desde que retornó de los EEUU, Kenji Fujimori se dedicó tanto a sus actividades empresariales como a la política, en la que demostró cualidades excepcionales de carisma y sentido común, así como de buenas maneras en el “fair play” político, lo que le granjeó la simpatía de vastos sectores del fujimorismo, consiguiendo ser elegido en dos ocasiones Congresista de la República con la más alta votación, tanto para el período 2011-2016 como en las elecciones de abril del 2016. Sin embargo, en ambas oportunidades declinó asumir la Presidencia del Congreso, como es tradición en ese poder del Estado para el congresista electo que obtiene la mayor votación.

La vocación concertadora y democrática de Kenji Fujimori ha quedado demostrada en múltiples oportunidades en los años recientes. Sin desligarse del fujimorismo, principalmente por la cercanía filial con su padre, preso por delitos de lesa humanidad, entre otros, y asumiendo en todo momento la defensa incondicional de su progenitor, sin embargo no ha hecho del accionar político un pretexto para dar rienda suelta a las más bajas pasiones y ambiciones, como sí lo ha hecho su hermana Keiko, resentida por sus dos derrotas consecutivas, y que ha convertido al Congreso en un sangriento “Coliseo de la República”, en palabras del mismo Kenji, en donde lo único que importa a la mayoría naranja es obstruir la labor del Ejecutivo que preside Pedro Pablo Kuczyinski, interpelando y censurando ministros en una primitiva demostración de poder.

Kenji Fujimori ha sido consecuente con sus convicciones políticas y personales, asumiendo la defensa de las causas que promueven las libertades civiles y los Derechos Humanos. Se ha opuesto públicamente a los proyectos de Ley de su bancada que recortaban la libertad de prensa y ha criticado que se haya excluido en la Comisión de Constitución a las leyes que protegían a las minorías vulnerables. Se abstuvo en negarle la confianza al ministro de Economía, en abierta confrontación con su bancada, así como no ha descuidado colaborar con el Ejecutivo cuando ha sido necesario, como en los recientes desastres naturales.

Su última “travesura” ha sido un saludo a la comunidad LGTBI en su día y un meme en el que aparece con la bandera arcoiris. ¿Hasta dónde llegará Kenji con esta actitud que suscita las mayores simpatías así como los más mezquinos odios? Ya se vislumbra en FP un nutrido grupo de congresistas, especialmente provincianos, que le dan su apoyo contra la dictadura de la cúpula keikista, la misma que pretende excluirlo de la Presidencia del Congreso para el próximo período. Aún cuando lo consiguieran, Kenji Fujimori tiene sin duda un promisorio futuro político.

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