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viernes, diciembre 13, 2024
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Educación, compromiso con el futuro

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¿Cuál es el mayor capital con el que cuenta una nación? No son sus minas de oro o de plata o de cobre, no son sus reservas de petróleo o de gas, ni siquiera su flora o fauna, o sus ríos y lagos; y aunque todo ello es importante y hasta necesario para generar riqueza en una nación, NO es lo más importante o lo fundamental pues todo ello no tiene sentido si no hay una población que se beneficie de tales recursos. Es la población, las personas el mayor capital con el que cuenta una nación para alcanzar el progreso, para superar las cifras en rojo de la pobreza y construir bases sólidas para un futuro donde la pobreza extrema sea un mal recuerdo y la desnutrición crónica una odiosa melodía ya olvidada.

Pero qué mal cuidan su más valioso capital la mayoría de países, de gobiernos. Y es que lejos de atender a la gran población, a las nuevas generaciones que serán los hombres y mujeres del mañana, lo que sucede es que se atiende a los intereses de una minoría, los dueños de las grandes empresas, los que inclinan la balanza de las decisiones del gobierno de turno. Y no importan nacionalidades para el dinero, no importa si el empresario millonario sea de tal o cual nacionalidad, se le abre las puertas del país nomás, se hacen las leyes a su favor, se les dan ventajas muy por encima que a los pequeños empresarios, a los emergentes y esforzados negociantes que tienen que vérselas con una desigual competencia.

Entonces, en ese contexto, es que se dan las injusticias y omisiones de siempre, así se entiende entonces por qué históricamente no se hizo el esfuerzo por mejorar mucho más antes las grandes infraestructuras, las grandes vías de acceso que integran a nuestras regiones. No fue ni es un problema de recursos, de dinero sino de decisión política, de verdadero nacionalismo y amor patrio. El Perú está como está, retrasada en infraestructura, en grandes carreteras, en tecnología, etc. no por su gente, por su noble gente, por una población rica en cultura, en historia y tradición; está así, apenas despegando su vuelo, abriendo sus heridas alas a un progreso sostenido, por causa del egoísmo de la clase gobernante, por la corrupción enquistada al interior de cada nuevo gobierno que ingresa a llevarse a manos llenas la riqueza de todos los peruanos.

Una herramienta de cambio, de verdadero y sostenido cambio, es indudablemente la educación, una buena educación que desarrolle la criticidad, el análisis, la reflexión, la práctica transformadora. Una educación que fortalezca en el estudiante su sentido moral, su valor humano, su integración solidaria con las diversas culturas que conforman una maravillosa muestra de rica policromía de culturas. Una educación que ejercite al estudiante a la práctica ciudadana y al respeto a las leyes, pero que al mismo tiempo le sirva de espacio para la generación de una revisión de los procesos históricos de su patria en el contexto global, que prepare al hombre y lo capacite ya no en la comprensión de la ciencia y la tecnología sino en la producción de nuevas tecnologías de impacto y beneficio global.

Más allá de las nueva política educativa en lo curricular, en el uso de las rutas de aprendizaje y los mapas de progreso, de logros de gestión y compromisos plasmados en documentos; es la actitud del docente, su puesta en práctica de su profesionalismo al mismo tiempo que su calidad de persona lo que marcará una real diferencia en sus estudiantes.

Una nación con una población así formada, con niños y jóvenes así formados no dependerá solo de sus recursos naturales para afrontar los retos del futuro sino que considerará un desafío de tal magnitud como una gran oportunidad de demostrar sus capacidades desarrolladas y junto con sus capacidades su amor y compromiso con su país, con su tierra y su raíz.

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