Por: Karina Roncal
“La gente vive alrededor del amor. Se mata por amor. Se muere por amor. Hay infinidad de canciones, poemas, novelas, esculturas, pinturas, mitos, leyendas alrededor del romance. El amor impulsa uno de los más poderosos sistemas cerebrales de la tierra, tanto para generar gran alegría, como para provocar inmenso dolor.” Helen Fisher.
¿Por qué nos enamoramos?, ¿cómo elegimos nuestra pareja? y ¿qué ocurre dentro de nuestro cerebro enamorado para qué lleguemos a cometer locuras en nombre del amor?
La experiencia del amor (la exaltación, los cambios de ánimo, el insomnio, los celos y la obsesión) no entiende de tiempo, ni de espacio ni de género. Hasta hace poco, nuestra manera de entender el amor estuvo dada en gran medida por la inspiración de los poetas, las anécdotas de flechazos amorosos, las observaciones de los psicólogos y las reflexiones de trovadores con el corazón partido. Cuando uno se enamora, se “prenden” unas áreas concretas en nuestro cerebro y hay cambios tanto en el flujo sanguíneo como en la actividad cerebral.
El amor se relaciona con un instinto tan intenso y poderoso como el hambre. Una pasión ancestral sumergida en un caótico mundo moderno.
Helen Fisher es una antropóloga, bióloga e investigadora del comportamiento humano ha llegado a la conclusión de que nuestra llamada pasión romántica está, en realidad estrechamente ligada a nuestra función del cerebro.
El amor, el sexo y las relaciones que surgen de estos están impulsados por hormonas que invaden nuestros cuerpos y cerebros.
Cuando nos enamoramos, la culpable es la DOPAMINA. Esta es la responsable de lo que llamamos “amor romántico”, es decir, la primera etapa del enamoramiento.
LA DOPAMINA: incrementa y mantiene constante la concentración en el ser amado (no podemos concentrarnos en otra cosa), dirige el comportamiento hacia alcanzar una meta (estar con el ser amado), incrementa la energía, genera hiperactividad, disminuye la necesidad de sueño y el apetito, promueve preferencia por la persona amada, causa temblores, palpitaciones y respiración acelerada, produce regocijo, y a veces, manía, ansiedad o miedo. Es la responsable por el incremento de la pasión de los enamorados cuando enfrentan una adversidad.
La dopamina es liberada mediante experiencias naturalmente gratificantes tales como comer, tener sexo y algunas drogas. Esta además, asociada al deseo anticipatorio y la motivación (comúnmente denominados “querer”), es comúnmente asociada con el sistema del placer del cerebro, proporcionando los sentimientos de gozo y refuerzo para motivar una persona proactivamente para realizar ciertas actividades.
Una de las cosas que “queremos” con la persona amada es tener sexo. El deseo sexual es responsabilidad de la TESTOSTERONA, que es la hormona masculina por excelencia, pero también está presente en la mujer, cumpliendo importantes funciones en la regulación de aspectos como el humor, apetito sexual y sensación de bienestar.
Los niveles de testosterona son heredados, por eso cada cual es diferente y es difícil encontrar a otra persona con la misma cantidad de “ganas” que nosotros tenemos y así queremos que tengan.
Estas dos hormonas, la dopamina y la testosterona interactúan de tal manera que –como muchos saben por experiencia – el deseo sexual puede originar amor y el amor puede incrementar nuestro deseo sexual.
Si tenemos suerte, el sexo con la persona de la que estamos enamorados nos gusta. Cuando sentimos placer sexual, están actuando la SEROTONINA y NOREPINEFRINA.
LA SEROTONINA es la hormona del humor y del placer. Inhibe el enfado, la agresión, el apetito y el vómito y regula la temperatura, el humor y el sueño. Adicionalmente – en el ámbito sexual – se libera justo después de la eyaculación u orgasmo provocando un estado de placer y tranquilidad (da ganas de dormir).
LA NOREPINEFRINA O NORADRENALINA: produce excitación sexual, contribuye a la liberación de estrógeno, estimula el cortejo, produce regocijo, genera exceso de energía, disminuye la necesidad de sueño y el apetito, incrementa la capacidad de memoria para estímulos nuevos.
La interacción de la norepinefrina con la testosterona, es decir del deseo con el placer sexual hace que la respuesta sexual humana sea cíclica. El placer sexual nos da ganas de más sexo.
Ya nos enamoramos, tuvimos sexo y nos gustó. Entonces decidimos quedarnos con esta persona a largo plazo y se genera el apego, un sentimiento de calma, seguridad y unión con un compañero a largo plazo. Esta decisión es impulsada en las mujeres por la OXITOCINA y en los hombres por la VASOPRESINA y ambas producen sentimientos de intimidad y cercanía entre los amantes.
La interacción de estas y otras hormonas y sus sitios de influencia cambian con los años, por eso las relaciones y los sentimientos que asociamos al amor van evolucionando, de la locura de los primeros tiempos, a la calma y seguridad que se consigue con el tiempo.
Por eso de ahora en adelante cuando sienta esos cambios de estados anímicos, el conocido “mariposas en el estómago”, diré: “Mis hormonas se han enamorado” y caballera nomás, seguiré el curso hormonal.