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jueves, diciembre 12, 2024
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El barrio III

Por: Pedro Emilio Torrejón Sánchez

En la segunda cuadra de Castilla, de nuevo teníamos a la Bodeguita Mayer, luego la casa de don Natico Ramírez (ahí vivían un shunto de personas, entre las cuales doña Herlinda –esposa de don Manuel Natividad-, doña Conchito, Miluska, Ramses y doña Gilma –mamá de Miluska y Ramses-, Carlos Carlín Chaplín). La morada de Fernando El Tumbo Saavedra, él vivía con su padrasto don Alberto La Torre El Plic (él era auxiliar en el hospital, y en sus tiempos libres peluquero), su mamá, doña Rosa Sánchez, y sus hermanas (Liliana, la flaquita que no me acuerdo el nombre, Dorly y Jhanett). En la casa del Tumbo antes vivía otra familia, los Trigozo, el papá (don Tito) también era auxiliar en el Hospital y peluquero : me acuerdo de su hijo Toto. Cuando caía enfermo, don Tito venía a inyectarme lo prescrito por el médico de cabecera ; delante de mí calentaba la jeringa respectiva, aumentando mi temor interior pero que aceptaba de una manera estoica (ya que me era imposible pasar los medicamentos por vía oral, tara que me acompaña hasta el día de hoy). A continuación estaba la casa de doña Shoquito Mayer Talavera, que vivía con sus hijos Lucho Villa, Agucho Paredes y Freddy Avendaño Mayer El Tilíco Mayer. Un poco más abajo, el señor Del Aguila : más conocido por los muchachos del barrio como Don Vinagrillo (purun-macho). Tenía un negocio donde uno podía apostar a la carrera de caballos (Jockey Club del Perú). En una oportunidad, don Napoleón Chú me pidió el servicio de ir a comparle algúnas apuestas…no sé por qué él no quiso ir. Al comienzo me negué, pero cuando me dijo que me iba dar propina, cambié de opinión. Creo que nunca ví sonreir al señor Del Aguila ; a decir verdad, todos los niños le teníamos miedo mismo si a ninguno de nosotros no nos hizo daño (no nos ha chicoteado ni nos ha chobeado menos cocacheado). Venía después la casa de don Carlos Rojas Burga, comerciante, que tenía su negocio en la plaza de Armas (al costado del hermano de don José Mesía López). Y para terminar, la esquina era propiedad de la hija de la comadre Miguelina Reátegui de García, que se casó con un señor Zambrano (un altazo, El Zambranazo). Volteando, como ir a los Camaleros, la segunda cuadra del jirón Lima se encontraba la fábrica de chupetes Memín de don Teddy Saavedra Orellana. Al frente de la chupetería estaba la casa del doctor Lionel Flores, dueño de la Clínica San Martín.
Del lado de mi casa, inmediatamente venía la propiedad de la comadre Miguelina Reátegui La Muyuna. Me acuerdo que la comadre tenía parrales. Nos parecía enorme el terreno y cuando las uvas estaban maduras, se veían puntitos negros desde las ventanas de mi casa que daban a ese lado. Edgardo Rojas Edocho se acuerda que mi hermano Juan le hacía montar al segundo piso de mi casa para mostrarle Las Pampas de Junín, que no era otra cosa que los parrales de la comadre Miguelina. Y Edocho añade : « Juanín era un llullampuro. No eran las Pampas de Junín…eran las Pampas de Juanín ». Los parrales han desaparecido y en la actualidad hay varias construcciones que en mi infancia no existían.
Bajando la calle Castilla, vivían Charo, Teddy y Gina Aching (don Pancho, el papá, falleció muy joven). Había la cancha de los Ñatita. Más abajito vivía Fernando Lavi y su familia. Del otro costado de la casa de la familia Lavi habitaba Fernando Inguiri Arévalo Bartra y los suyos.
Era nuestra época de niños. En ese entonces no sabíamos sheretear ni nadie nos hacía patear quiruma. Eso sí, éramos unos curuchupas, andábamos a nuestro gusto y nos íbamos a todo lado. Verdaderos shicshi-rabos.
Carlos Ramírez Ramírez Carlín Chaplín se acuerda de lo siguiente : « Hubo un tiempo que jugábamos al tesoro en tu casa, hacíamos profundas excavaciones, en ese tiempo hasta más de un metro y escondíamos algunos cachivaches para luego…!Ooooh sorpresa !, descubrir los dichos tesoros. Casi todas las noches jugábamos a la Ishta escondida o a la Manito, donde capturar a Jorge El Chejo era toda una proeza, porque siempre estaba con la cabeza rapada y no había forma de chobearlo ». Hablando de Jorge, era un mamanchi jugando a la tinganeada y a los trompos. Era el único del barrio que podía desafiar otros niños venidos de otros barrios. Se iba a la plaza de Armas de Tarapoto con dos bolitas y regresaba con tres medias llenitas de canicas de diferentes tamaños y de todos los colores. Nosotros decíamos : « Jorge es un campeón, por eso gana », y uno de los muchachos del barrio añadio : « No vuelta…¡Gana por que es Chejo ! ». Donde él se encuentre, seguro que debe estar venciendo a sus adversarios.
En la segunda cuadra de Martínez de Compañón vivía Carlitos Vidaurre y su familia. Más abajito, la casa del tío Angel Salinas, con su señora, sus abejitas, sus pichiquitos (no me refiero a sus hijos)…más los vástagos de esta pareja : Marina, Juan, Nicolás, Angela, José, Pilar, Violeta y David.
Los huambrillos de entonces que éramos, hemos conocidos personas y situaciones de un Tarapoto que ya no existe. Ahora, lo revivímos en nuestras mentes y es motivo de conversación con los ex-muchachos del barrio…desde el lugar donde Dios y la vida han querido instalarnos.
Abril 2013.
Pedro Emilio Torrejón Sánchez.
Desde Furchhausen, Francia

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