Salgo a la calle y es inevitable no tener miedo. Tiemblo, se me acelera el corazón y la piel se pone como de gallina. No entiendo cómo muchos siguen siendo irresponsables con su salud y sus vidas y mientras pienso eso, un jovencito con la mascarilla empolvada, tose y escupe muy cerca de mí. Mi cara de susto es evidente y su risa de burla, es repugnante.
Muchos todavía no toman conciencia que el virus sigue y un posible rebrote está por aparecer, justamente San Martín es una de las zonas en las que podría darse la segunda ola de contagios. Una situación que no deja de preocuparme, porque al inicio de ésta pandemia, nuestra región sufrió y pasar nuevamente por eso, sería catastrófico.
Sin duda, en el Perú estamos viviendo la vida al límite, todo es inseguro, desde la delincuencia hasta la forma de colocarte la mascarilla. Ahora no solo te pueden atacar con una pistola o un cuchillo ¡no! ahora el peligro es mayor, el virus llega con quien menos te lo imaginas. En cuestión de días puedes dar positivo, complicar tu salud y luego, vivir o morir, no se sabe, porque nada está dicho.
Parece que la vida no importa nada para algunos, mientras tanto otros como yo, seguimos luchando para que ese virus invisible no se asome por nuestra casa. Esa lucha cansa, porque concientizar es más difícil que enterrar a un ser humano.
La elección del mal menor se ha convertido en una práctica diaria, un método que nos permite subsistir, por eso cada quien suele protegerse dentro de una burbuja. Nos volvemos ciegos, sordos y mudos. Nadie ni nada importa, ni la propia vida.
No existe bienestar sostenible y compartido, porque la contaminación política sigue afectando a una ciudadanía que, con gran paradoja, la alienta o tolera, situación que ha opacado el verdadero problema, que es la emergencia sanitaria y el sistema de salud que cada vez está peor. Por eso para muchos es más importante el payaso Swing, que los fallecidos por el nuevo coronavirus.
Y en medio de todo esto, ya está por iniciar la campaña política y ahí sí que Dios nos coja confesados, porque tendremos que aguantar “trolls” y ayayeros de políticos por todos lados y de seguro se seguirán comportando como matones cuando alguien simplemente no piensa como ellos.
El Covid 19 sigue con nosotros, la falta de oxígeno y medicamentes todavía es un problema sin solucionar, la falta de conciencia y el desinterés de continuar practicando medidas de bioseguridad, hacen que la vida esté por colapsar.
Que el Señor de los Milagros se apiade de todos nosotros, que el turrón de doña Pepa nos endulce la vida, que el color morado de alegría a nuestra existencia…Llegó la hora y lo único que queda es esperar un milagro.
Estoy a la espera de ese milagrito que hace falta…