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miércoles, enero 15, 2025
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El Parque Doñana

De hoy y de ayer
Por: PEDRO EMILIO TORREJÓN SÁNCHEZ
COLUMNISTA

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Del 11 al 31 de julio del 2006, estuve en el sur de España, en Andalucía. Tomé el avión en el aeropuerto franco-suizo Basilea-Mulhouse, que se encuentra en territorio francés, y el aparato tocó suelo ibérico en Málaga, lugar donde nació Pablo Picasso.

Visité Málaga, Granada (conocí la Alhambra y ahí vi un espectáculo flamenco inspirado de un poema de Federico García Lorca), Córdoba, Sevilla, Huelva (cerca está Palos de la Frontera de donde Cristóbal Colón partió hacia América), pasé no muy lejos de Cádiz, estuve en el camping más alto de España, en un pueblito de montaña que se llama Trevelez, a 1 500 metros de altitud. En esta parte preparan el famoso «jamón serrano», una delicia para el paladar. Vi también el conocido río Gudalquivir (en árabe al-wadi—al-Kabir «el río grande»), que en su recorrido pasa por Andújar, Córdoba y Sevilla. Y antes de regresar a Francia, visité el parque Doñana.

Doñana, es un lugar protegido por el estado español, y comprende el Parque Nacional de Doñana como el Parque Natural de Doñana (conocido también como Parque Natural del Entorno de Doñana). Este parque se sitúa al suroeste de la penísula ibérica, y la mayor parte se encuentra en la provincia de Huelva, y el resto en la de Sevilla y Cádiz. Se pude ver en este santuario natural aves procedentes de Africa y Europa.

Cuando entré a este parque, me trasladé en el tiempo y en el espacio, y me vi niño al frente de mi señor padre que me decía : «Y ¿qué dices de la lectura ?». Se trataba de un libro de Juan Ramón Jiménez, su archiconocida obra Platero y yo. No me acuerdo lo que respondía mi progenitor. Lo único que puedo decirles es que una sensación indescriptible de felicidad me embargó en ese momento, en ese parque. Vino a mi mente recuerdos de mi niñez, de mi familia, de mi ciudad, de mi región. Me hubiera gustado comer, ipso facto en ese espacio (en el Parque Doñana), un buen tacacho con una tremenda porción de cecina y de chorizo, acompañado de su « cajué » con chancaca servido en una tasa saltada de fierro enlosado, y al mismo tiempo digeriendo el opus universal de Juan Ramón Jiménez.

Platero y yo, es una narración de la historia de un burro que se pasa entre Huelva, Palos de la Frontera y el Parque Doñana. Es muy conocido el primer párrafo : «Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto y se va al prado y acaricia tibiamente, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… Lo llamo dulcemente: ¿Platero?, y viene a mí con un trotecillo alegre, que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal…» (página 23, Edición El libro de bolsillo Literatura española Alianza Editorial, Madrid, 2005)

Juan Ramón Jiménez Mantecón (nació en Moguer, Huelva, un 23 de diciembre de 1881, y falleció en San Juan, Puerto Rico, un 29 de mayo de 1958), recibió el Premio Nobel de Literatura en 1956, por el conjunto de su obra en general, y en particular por la narración de Platero y yo, que fue creada en 1914.

He vuelto a vivir el viaje que hice a España en 2006 de una manera fortuita. Al estar buscando un libro en mi biblioteca, caí o me « tropezé » con la magnífica y célebre producción literaria del escritor ibérico. Dicen que recordar es volver a vivir, ¿no es cierto?.

Queridos lectores, yo pienso que todo el mundo que ha visitado esta región de la España, estará de acuerdo conmigo si digo que los paisajes son formidables, los sitios históricos magníficos, y la comida…nada que decir. Pero esa, es otra historia y les contaré en otra ocasión.

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