En el aire está el eco de las campanadas que marcan el paso de un año a otro. Es el minuto de transición que se transforma en un puente, entre lo que fue y lo que está por ser. Y es que, en este momento el calendario parece tener algo de magia o tal vez de engaño, ya que no es en el cambio de cifras donde encontramos el verdadero poder de transformación, sino en lo que decidimos dejar atrás y en lo que estamos dispuestas a abrazar.
A fin de cuentas, el Año Nuevo es un instante de transición fugaz, pero también de reflexión profunda. Quizá nos encontramos mirando con nostalgia el año que se va, como si fuera un viejo amor que se desvaneció en el tiempo, con todo y sus promesas incumplidas. Pero también, el nuevo año se presenta como un amante desconocido, lleno de posibilidades y desafíos, que exige tanto como ofrece.
Para mí, el Año Nuevo es una cita con la valentía, esto es algo que he aprendido, quizá con algo de dolor, pero con el lujo de la experiencia. Este año me he prometido a mí misma cambiar, como siempre, pero esta vez no como una promesa vana. Este año, las decisiones no serán solo palabras flotando en el aire, sino compromisos sellados con mi corazón, con mi alma y con mi cuerpo. He decidido abrazar lo que soy, y a la vez, permitir que el mundo me moldee. A veces parece que el tiempo nos exige madurar y descubrir nuevas versiones, como si fuéramos una tela que se reitera y se reinventa constantemente, en capas, en texturas, en colores.
Este será un año en el que, tal vez, dé más espacio a lo que no se ve, a lo que no se dice, pero que nos atraviesa con la misma fuerza de la luz escurridiza que se escapa entre las rendijas de la ventana en una mañana con lluvia. Estoy hablando de los sentimientos, de las emociones a veces contradictorias que nos habitan, de los amores que florecen y mueren, de las amistades que nos sostienen o se disipan como el humo de un cigarrillo.
Los desafíos están ahí, siempre acechando con su mirada desafiante. El desafío de ser más fiel a nuestros propios deseos, el de romper los moldes de lo que el mundo espera que uno sea. Un desafío que no es ajeno a la necesidad de reinventarse, de explorar los deseos más profundos, de sentirnos vivos en todos los aspectos que abrazan el cuerpo que tan generosamente nos acompaña.
Considero que el amor debería ser uno de los grandes pilares del 2025. No solo el amor romántico, ese que se presenta como un cuento de hadas, sino el amor verdadero, el que nace de las manos que nos cuidan, de las miradas sinceras, de esa conexión profunda con el universo que, en su vastedad, también se encuentra en las pequeñas cosas. Decidir amar, más allá de los límites que a veces nos imponemos, es una forma de liberación. Cuando amamos somos mejores seres humanos y nos liberamos de todo ese odio y dejamos de lanzar mala vibra con cada persona que nos cruzamos. El amor tiene sus sombras, sus desafíos y sus pérdidas. Y no por eso deja de ser bello.
Y así, mientras las últimas estrellas del viejo año se desvanecen en el cielo, hago un pacto conmigo misma y les invito a hacer lo mismo a ustedes. Que este sea
un año de asumir los retos que la vida nos ponga, pero también de vivir con pasión y sin miedo los momentos que la vida nos regala. Vivir la amistad como el lazo que nos une en medio del caos, el amor como la brújula que nos guía y fortalecer esa fuerza sobrehumana que nos hace sentirnos completas y vulnerables, juntas y solas, a la vez.
Porque si algo he aprendido, es que cada fin de año nos invita no solo a hacer balances, sino a atrevernos a ser. Y con el Año Nuevo, llega el reto más hermoso: abrazar todo lo que está por llegar, sin dejar de ser quienes realmente somos.
Que en esa cita a la medianoche se encienda todo como una fiebre emotiva a los encuentros más íntimos de nuestro ser, porque a pesar de las metidas de pata y la larga lista de errores, hemos llegado hasta aquí; con todo un álbum lleno de experiencias, recuerdos y presencias, que forman de uno y que fueron el empuje que se necesitó para no dejar de sonreír y, de paso, para sacarle la vuelta al miedo, a la rabia y la tristeza.
Entre campanadas y sábanas: El placer de dejar ir y abrazar lo nuevo
¡FELIZ AÑO!
Que este 2025 siga siendo CON AROMA A CAFÉ