Este es un pueblo milenario que encierra mucho enigma. Su construcción cultural data de años sin memoria, a tal punto de no tener nada concreto respecto a su nacimiento. Es un lugar muy visitado por esa destreza de sus antepasados en trabajar la arcilla, en moldear formas diversas y los diseños gustar a propios y extraños.
Pero, no solo eso; es un pueblo eminentemente agrícola, incorporando a su variada gama de sembríos el café y el cacao, productos que han dado un impulso a su economía, haciéndola más dinámica.
Hoy, este sitio produce un chocolate exquisito que gusta mucho a todos los paladares y elabora chocolate blanco usando como base la semilla de majambo, un bocado sublime que se deshace en nuestras bocas. Con esto han logrado obtener una mezcla que armoniza dos sabores de dos cultivos netamente originarios de la Amazonía.
Hablar de este distrito es sumergirse en un pasado fascinante, bañado por las aguas del río Huallaga en el cual los lugareños desarrollan otra actividad, la pesca. Sin embargo, hoy no queremos hablar de su extensa historia, sino de una particularidad: este pueblo – seguro ya saben de qué pueblo hablo-, sí, … ¡es Chazuta, el pueblo de los mil saludos!
Llegamos a Chazuta un sábado en la tarde y, la verdad, nos cansamos de responder los saludos de chicos y grandes, con pantalón, en short o en falda, …No hay límites. Sin exagerar, en 24 horas respondimos un promedio de mil saludos: buenas tardes -un niño de 6 años-, buenos días -un anciano de 70 años-, buenas noches -una madre con sus tres hijos-, que también al unísono nos brindaron las buenas noches.
Sentados en la hermosa alameda con vista al gran río Huallaga y con una luna enorme, conversando de la vida y escuchando el rock en español que tanto nos gusta, y abrazándonos fuertemente haciendo camino para un momento intenso, una pequeña vocecita se interpone en nuestras intenciones y se escucha: ¡buenas noches! Pues, siguiendo esta deliciosa costumbre, un pequeño niño, de aproximadamente cinco años, no más, caminado por la alameda descalzo y sin miedo, es el protagonista de ese corte abrupto, sin mala intención, de ese momento intenso que se pensaba vivir al que le dio su toque de afecto.
Solo nos quedó sonreír y desearle al pequeño niño, también, las buenas noches.
A la mañana siguiente, antes de despedirnos y en pleno desayuno, también con gran regocijo, escuchamos más buenos deseos. Partimos de Chazuta, con el corazón aliviado con tantas muestras de cariño, porque eso encierran los buenos días, buenas tardes y buenas noches. Ojalá que en Chazuta y otros pueblos de nuestra Amazonía no se pierda esa sana costumbre de ser educados en todo momento…
En resumen, un breve y espontáneo saludo puede cambiar nuestras vidas.
Autor: RCMC