Ante la falta de legitimidad política
Desde que asumió la presidencia en julio de 2021, Castillo vivió enfrentado al Congreso, la fiscalía, que le acusa de dirigir una presunta “organización criminal” que reparte contratos públicos a cambio de dinero.
Dina Boluarte, tampoco la tiene fácil. Sin bancada propia en el Congreso, enfrenta una situación de fragilidad muy similar a la que vivió entre 2018 y 2020 Martín Vizcarra, que acabó perdiendo el cargo. “Está sola, no tiene las herramientas para gobernar, adelanto de elecciones respetando el marco legal” le exigen desde todos los frentes.
Boluarte puede tener a su favor el enorme desprestigio del Congreso que lo han llevado a tener una desaprobación de 86% en los sondeos; ahora con el país declarado en emergencia ante el vandalismo desatado y la pérdida de vidas, tenemos el país polarizado, el liderazgo nacional y regional más ausentes que nunca, el silencio parece ser el refugio de sus limitaciones y ausencia de liderazgo saltan a la vista.
No más pobres en un país rico, lucha frontal contra la corrupción, él creó su propia trampa, su grito de guerra en campaña quedo en eco del olvido.
Para hacer la cosa más simple, el profe, hacía meses que había perdido el control, el sabotaje desde el Congreso era evidente, rodearse de personajes de advenedizos, sedientos de poder, y para “chapar la suya cuanto antes”, y la prensa limeña y su poder mediático sí que le puso la puntería a cada acto convirtiéndose en una relación tensa, hecho que no había sucedido décadas con gobiernos y poderes corruptos.
Ante esta suma de debilidades, nadie, le iba a hacer caso, carecía de poder y “capacidad de chantaje” sobre otras fuerzas. Pero fracasó también de un modo más interesante. Realmente, en un lenguaje mss primario, no había cómo dar un golpe, no había dónde, no había a quién o a qué.
Los actores en disputa eran rivales para ejercer la antidemocracia. Ambos son elementos nocivos, destructores de los vínculos de confianza, de las relaciones entre personas e instituciones, de la gente con las ideas y los argumentos. No se puede dar “un golpe” así, sobre un contexto que ya ha colapsado. No un golpe a la antigua, al menos. Es como golpear el agua. O el aire.
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Pedro Castillo es parte del problema, un enemigo de la democracia. pero lo es también el Congreso. En un escenario donde el que gana y celebra, también es el malo, no basta con el piloto automático. No puede esperar la presidenta interina a que la gente aplauda y se siente a esperar. La represión brutal, las declaraciones de sus ministros y su propia actitud banal, consolidan esta mirada.
Irresponsables
Jugar a las palabras, tiene límites. Y estos suelen ser los cuerpos. Sobre todo, los ajenos. Ya son demasiados años de sostener el embrujo, esta ilusión de que tenemos sistema de partidos, representantes, padres de la patria, instituciones democráticas, medios de desinformación.
Estas ironías buscan encubrir que lo que hay son grupos de interés y lobby, redes de privilegio, monopolios abusivos, mafias y organizaciones pro-diezmo, ocupando las etiquetas de las organizaciones políticas. Los hay de varios tipos, algunos más tradicionales, otros más cholos, algunos de alcance limeño-nacional, otros regionales y distritales es decir más territoriales.
Son estos actores que han secuestrado las instituciones. (Ministerios, Congreso, Jefaturas y gerencias para “operar y tranzar”; gerentes municipales que rotan de una provincia a otra, de un distrito a otro, mutantes que navegan en la zona gris del aparato municipal y estatal, pero también el sistema de justicia y los gobiernos subnacionales.
Son espacios abiertos a grupos de interés particular o grupal, ajenos por completo a la idea de interés colectivo o público, sino que además son ferozmente antidemocráticos. Ejercen el poder de modo abusivo, discrecional, sin atenerse a reglas, ni las administrativas de sus reglamentos, ni las constitucionales, sin temor a nada porque gozan de impunidad.
El poder de la desinformación
Pero cuando escuchamos la televisión o la radio, tenemos que oírlos nombrar por años como “los políticos”. Y este lenguaje los legitima, casi que los hace reales. Ahí están moviendo sus tentáculos unos en la sobra “Los Mulders”, “Los Vitochos” “Jorgito Del Castillo” “El Pollo Raulito” y en la teleporky, la pareja “Rey con Barba” con sus viejos entuertos de la politiquería mañosa y testaruda.
¿Qué hacer con el Congreso?
No se puede esperar que de ellos florezca súbitamente un afán reformista. Van a hacer lo que puedan para sostener sus presencias y sus intereses. Si hay muertes, podrán justificarse en el enorme archivo mágico de invención de conspiraciones, comunistas y terroristas, no le va importar seguir manchando sus manos con sangre sin que la conciencia les pese, porque carecen de ella, seguirán llamando para aplicar mano dura. Harán invocaciones al principio de autoridad y a reinstaurar el orden cueste lo que cueste.
La tropa está en las calles, las muertes de jóvenes abanquinos no importan como nunca importó los vigilantes muertos en la quema del Banco de Nación propiciada el SIN de Montesinos con el “Cholo terco” en las calles, hoy a un pie de la cárcel y en nombre de la democracia y…. ay, la democracia sigue muriendo. Con Inti y con Brayan, la lección grito callejero que ahoga en las voces a nuestra gente…
Y esas muertes se explican por esa demora de la presidente Bolurate, en ofrecer un horizonte razonable, la violencia debería dejar de ser un recurso en disputa más. Generar condiciones que ponen en riesgo a las personas es perverso. Los cuerpos y no las palabras deben de ser el límite. Los trabajadores de las instituciones atacadas por los manifestantes también son ciudadanos, los policías no tienen que ser objetivos de agresiones potencialmente graves, lo hemos visto, desde secuestros, vejaciones hasta golpes con ladrillos y adoquines. Pescar a río revuelto entre tanta rabia, pena y luto, es más que irresponsable, es no empático. Si los dirigentes gremiales, o comunales o comunicadores locales, o políticos de izquierda tienen que usar el lenguaje en esta coyuntura, donde la gente puede sufrir seriamente, deben de cuidar su lenguaje, y deberían (deberían…) moderar, pensar, reflexionar sus expectativas.
Ayudar a resolver, a construir en paz, se sabe, es mucho más difícil que ayudar a destruir. El tiempo no se acaba esta semana, ni estos meses, la tarea en el país es grande y difícil. Tenemos para muchos años de paciencia y reconstrucción de nuestras instituciones, vínculos y respetos. Miremos un poco más allá.
Para el cierre
“No puedes humillar tanto a tanta gente. Burlarte. Brindar, tomarse selfies como hicieron los congresistas el día de la vacancia, y esperar que la gente te agradezca supuestamente por salvarlos de ellos mismos, de su propia incapacidad”. Existe una esperanza de luz, abracemos esa esperanza.