Escribir es un don de Dios. Se refiere a los escritos literarios, a las personas que nacen con ese don, que escriben con pasión, con alma. Toda persona debe escribir, dejar huellas en su corta vida y cumplir el acertijo: “Escribir un libro, sembrar una planta y tener un hijo”. En efecto, toda persona debe redactar su trabajo de investigación (tesis), aunque esta escritura es técnica y básica. Pero también, toda persona escribe una carta, una nota. En las redes sociales, los escritos no son los mejores ejemplos para nuestros niños, por eso “eres como escribes”.
En cambio, además de esta escritura técnica y básica, son pocas las personas que nacen con el don de escribir literatura en los géneros de prosa y poesía. La mayoría de estos escritores son de vocación y no cuentan con formación académica de literatura. En cambio, existen quienes son profesionales de literatura y realizan otras actividades, es decir carecen de ésta vocación natural.
Mediante la literatura se plasman hechos históricos, se recrean hechos pasados o futuros mezclados de la realidad con la ficción en las novelas literarias y los cuentos, se construyen frases y oraciones que emergen del fondo del alma en las poesías. Sin los escritores el grado de ignorancia sería abrumador, porque las personas no tendríamos la oportunidad de conocer hechos que sucedieron y sucederían en otras latitudes del planeta.
Las producciones literarias son productos de dedicados trabajos pensantes. Las autoridades jurisdiccionales deben brindar espacios donde los escritores desarrollen sus capacidades al extremo. En su corto periodo de vida, los pocos escritores podrían sumar las mejores producciones literarias, para que la población cuente con diversidades literarias conducentes a la formación lectora y cultural. ¿Qué jurisdicción no quisiera tener como hijo a Mario Vargas Llosa, a Francisco Izquierdo Ríos, a Arturo Hernández? Los pocos escritores deben aportar lo mejor de sus sapiencias para llegar a más pobladores.
En la jurisdicción regional, debe existir un consejo revisor de todas las producciones literarias, a fin de garantizar la calidad productiva del trabajo, en ortografía, en sintaxis, en el contexto general de trabajo.
La producción literaria de un ilustre escritor regional, debe ser tomada con alto esmero por el Consejo Consultivo de la jurisdicción regional. Es una nueva criatura que está naciendo y hay que limpiarla, dar las mejores atenciones. La revisión integral del producto debe hacerse exenta de condicionamientos y mejor sin mencionarse el nombre del autor, para no permitir la mezcla de otros factores. El periodo de revisión debe hacerse con celeridad, en promedio dos semanas es tiempo suficiente.
Aquí el producto literario ingresa al proceso de edición, que podría hacerse con la intervención de la empresa privada o con fondos del Consejo Consultivo regional. Luego la inserción del libro en el catálogo de obras literarias y la inclusión en el plan lector de la jurisdicción. Son los padres de familias los que solventan la compra de los libros de la jurisdicción, que sus hijos leerán. La educación, la cultura tienen costos que hay que asumirlos. Fortalecer nuestros músculos cuesta en el gimnasio o en alquiler de cancha sintética. Mejorar nuestra cultura cuesta con la compra de libros o alquiler de internet.
No habrá libros seleccionados ni inducidos. Es la jurisdicción regional la que luego de la promoción y venta, haga los depósitos en las respectivas cuentas.
El escritor debe dedicarse a escribir, colmado de tranquilidad. El cuello de botella de la literatura no está en la edición sino en la producción literaria.
Los editores hacen libros producidos por los escritores; aunque existen pocos escritores que a su vez hacen la actividad de edición y comercialización de libros. Alguien dijo que a su despacho llega por lo menos “un machote de libro semanal”. Saltemos de alegría porque es un flagrante signo de que hay abundante producción literaria. Ojalá la información fuera cierta.
Entonces, por ahora, aparentemente el problema central sería la edición de libros, tal vez por el desorden organizativo de los escritores; pero, en el fondo el problema central es la producción literaria.