El problema es que los seres humanos “civilizados”, a esta altura del siglo, seguimos comportándonos como autómatas, como si nuestra masa gris sirviera de adorno en el interior craneal. No actuamos con razonamiento, más bien, nuestros actos hacen entender expresiones de odio, resentimiento, rencor. Existe poca o nula empatía entre el humano y el medio ambiente, como si “hay que destruir toda coloración verde de esperanza” y convertirlo de color marrón, grisáceo, opaco, de tristeza. La concepción de los seres “civilizados” está errada. Las consecuencias de éstos malos actos ya se están viviendo en todo el planeta. Mientras los “grandes” inversionistas financieros están pensando en amasar más y más dinero, las grandes masas de pobladores están ardiendo de altas temperaturas, otros muriéndose de frío. Como las “lúcidas” mentes humanas están centradas en dinero y más dinero, sus actos han conllevado a la extinción de muchas especies de animales silvestres como la ballena, el rinoceronte, el elefante, entre otras. Se mataba a la ballena para vender y hacer dinero. Se mataba sin piedad al elefante para vender sus colmillos. Se asesinaba felinos por su piel. ¿Para qué se vendía el colmillo? Para lujos tontos; igual la piel de tigres y cocodrilos.
Lo mismo ocurre con las fajas marginales, se talan sus frondosos árboles por gusto, sin razón de peso. Ni un centímetro de faja marginal debe estar exento de árboles. La naturaleza ha probado decenas de especies por millones de años. ¿Quién es el advenedizo ser humano para pretender cambiar de un plumazo la estructura de la naturaleza? Las especies vegetales están allí en las fajas marginales porque han pasado infinidades de pruebas; y qué pruebas. Éstas especies vegetales se han especializado en éste singular hábitat de faja marginal.
En el largo proceso de estabilización de la actual naturaleza tropical, muchas especies vegetales han probado vivir en ese especial microclima de la faja marginal; y son pocas las que han resistido y han optado vivir allí por siempre, en la medida en que el “humano inteligente” lo permita. Pues, se ve que desde algunas décadas atrás, las personas dedicadas a manejar las chacras, han tomado el libre albedrío de eliminar toda especie vegetal de las orillas de las fuentes de agua. ¿Le asiste algún derecho al hombre a tomar éstas medidas porque simplemente sus carencias intelectuales le permiten? Es más, nadie dice nada, como si el tema es de nadie, como si el asunto careciera de alguna importancia. Algo así como los destrozos de miles de hectáreas de los bosques de Madre de Dios.
La bubinzana vive en las correntadas, soportando las abrumadoras masas de agua. Su fuste fuerte se arquea con la llegada de gigantescas crecidas. Resiste a la intempestiva llegada de troncos y piedras. Si bien puede vivir en sitios ajenos a fajas, pero se siente mejor en las fajas, bañándose con las aguas y nutriéndose de suelos aluviales provenientes de partes altas descubiertas de copas arbóreas. Unas plantas están en el mismo cauce, provocando pequeñas islas, otras se encuentran en la misma orilla. Muy cerca se encuentra el yacushimbillo, de mayor frondosidad, de fuste grueso, de hojas muy verdes. Deja caer sus frutos en la misma orilla, donde crecen miles de plántulas. Otras semillas bajan con las crecidas, dispersándose a lo largo de la microcuenca. Ésta planta es de mayor magnitud y su copa se convierte en hábitat de aves e insectos. De miles de semillas, pocas son las que alcanzan la etapa adulta, convirtiendo la faja en un ambiente más denso, boscoso. Muy cerca está la pashaca, un árbol de gran magnitud, en altura (20 0 30 metros) y grosor de fuste. El leño está compuesto de mucha fibra, que el leñador padece mucho con el hacha, porque el partido de la leña se hace difícil. Las semillas también se dispersan en las orillas y son llevadas por las aguas crecidas hacia abajo. Las aves hacen sus nidos en las copas y cantan sus trinos en concordancia con sus similares de los árboles vecinos. La amasisa, grueso árbol, de tres decenas de metros de altura, de flores anaranjadas, comparte la vida en estas especiales fajas que generalmente son agrestes taludes. También está el machetevaina, planta arbustiva, casi del tamaño de la bubinzana, muestra la resistencia de su delgado fuste ante las arremetidas de fuertes correntadas. Ésta planta tiene el fruto muy parecido al machete largo del agricultor. Muy pocas veces se muestra erguida, debido al permanente empuje de las masas de aguas del río hacia abajo, como si quisiera llevarla a algún lugar incierto.
Éstas plantas deben estar en las fajas marginales de las fuentes de agua, porque cumplen la función de agarrar, de sostener esas endebles orillas. Los sistemas radiculares de estas plantas se tejen como una verdadera malla impenetrable, que evita las erosiones de las orillas. Éstas plantas, además, dan sombra al río, donde descansan los peces y las aguas no se evaporan muy pronto.