a través del cristal
Willian Gallegos Arévalo
columnista
Mi generación nació con la visión de un país en donde existía la felicidad plena. Era la Arcadia moderna donde la práctica de los valores había llegado a construir un país con justicia. Eso creíamos que eran los Estados Unidos de América: sin corrupción política, sin que la gente con poder creyera estar más allá de la ley y de la opinión de sus ciudadanos. Y esta creencia se fortaleció cuando en la escuela primaria disfrutábamos de la leche que nos servían los maestros venidos en envolturas etiquetadas con el logo de la Alianza para el Progreso, aquel programa que fue iniciativa del presidente John Kennedy.
Si nos regalaban alimentos que llegaban a los lugares más remotos, y si nuestras primeras lecturas vinieron con las revistas Selecciones del Reader´s Digest y LIFE en español, ¿cómo no aprender a amar a este gran país que tenía valores humanos como Thomas Jefferson, Benjamín Franklin, James Garfield, George Washington Carver, Hellen Keller, novelistas como John Steinbeck y Zane Grey, este último para quienes gustamos de la leyenda del Far West?
¿Cómo no amar a un gran país, tierra de los ´pionners´, quienes, casi un siglo después de la llegada de los españoles a América logran construir un país en donde la tecnología alcanzó niveles extraordinarios y han llegado a la Luna, y sus satélites hacen posible las comunicaciones en tiempo real y tuvo y tiene prohombres como Tomás Alva Edison, Steve Jobs, Bill Gates, Michael Dell, entre otros?
Porque hay muchas preguntas con reflexiones. ¿Cómo ser indiferentes a un país con escritores como Harper Lee, Frank Slaugther, Mark Twain, Harriet Beecher Stowe y muchos más? ¿Y esa generación que nos brindó películas inolvidables como Matar un ruiseñor, Solo ante el peligro, Milagro bajo la lluvia, Cumbres borrascosas, Forrest Gump, Los mejores años de nuestra vida, Noche nupcial? ¿Intérpretes geniales como Bob Hope, Gary Cooper, Cary Grant, Tom Hanks, Gregory Peck, Jane Wyman, Lana Turner, Dana Andrews, Jane y Henry Fonda, Humprey Bogart, Claudet Colbert y otros?
Cierto día conversaba en Moyobamba con Luis Alberto Vásquez Vásquez sobre el tema de los norteamericanos y su cultura, y coincidimos en una especie de valoración. Sería injusto criticar a los Estados Unidos solo por su imperialismo, porque tiene valores humanos como Rosa Parks, cuya decisión y actitud inicia la lucha contra la discriminación racial. Pero la nación que nos vendió el paradigma de la búsqueda de la felicidad, frase creada por Jefferson e incorporada en la constitución norteamericana; la nación que nace a la libertad rebelándose al imperialismo inglés del siglo XVIII es hoy el gran imperio que amenaza castigar a todo el que se sale de las reglas de juego, y que está signado por la corrupción más atroz: los banqueros, posiblemente también metidos en el tráfico de las armas.
Entonces, la ciudadanía honesta, aquella que no comulga con los perversos designios que impone la industria militar-industrial y los banqueros, tiene el rol más importante de este milenio: rescatar a un país que cayó en las garras del gran ogro que domina al mundo con sus aquelarres. Porque nos han robado al país cuna de la sociedad del bienestar pleno, donde la riqueza se ha formado como parte de la creación y la iniciativa de sus ciudadanos dentro de un escenario de libertad. Rescatemos a Estados Unidos de América del monstruo que ha crecido en sus entrañas y se ha adueñado de él.