Nuestra tía Fausta Amelia Bartra Alvarado (01.12.1917-12.01.2016) fue la última mujer de esa generación extraordinaria de personas que nos estaba quedando y que fueron parte importante y decisiva en nuestras vidas. De esa estirpe de los Bartra que llegaron a San Martín probablemente a mediados del siglo XIX y que sentaron sus reales en Tarapoto y Chazuta, principalmente. Y fue la última de esos hermanos casi centenarios como lo fueron Reynaldo, Elías, Ramón, Flor, Rosa, Emperatriz que, con tía Fausta lograrían formar una familia que se asentaron en Chazuta en ese triángulo vecino al algunas veces tenebroso El Arahuillo de donde, decían, salían los diablos especialmente en esas noches lúgubres.
Recuerdo de la tía Fausta la dulzura proverbial de su trato y que lo expresaba son naturalidad y auténtica sencillez. Y en mi memoria desfilan su casa solariega de palma a dos aguas a orillas del río Huallaga con su anciana madre doña Emperatriz Alvarado García, cerca de ese viejo horno donde amasaba el pan, los pan pobre, los ñutos, los huahuillos, los suspiros y esos populares rosquetes, en sus botellones de vidrio, que algunas veces disfruté con su café de olla cuando coincidía a hacer algunas compras menudas en esa casi precaria bodega que casi todos los años se exponía a las inundaciones del río. Y viene a mi memoria el nombre de su señor padre, don Elías Bartra Mera, que alguna vez la calle principal de Chazuta llevara su nombre y que es preciso rescatar.
Sin embargo, en mi recuerdo ocupa un lugar especial cuando siempre me regalaba la yapita cuando compraba esos dulces y preparados que ya mencioné y donde se sentía que la tía Fausta había puesto su alma y su vida. Porque es así: en las cosas que decimos y hacemos ponemos nuestra alma que se transforma en una ofrenda a los seres humanos que comparten nuestro entorno y nuestra vida. Y, sobre todo, de una mujer que en sus noventa y ocho años de existencia ha visto transitar la vida de un pueblo, vivir y sentir su historia porque ella, como se dice en una conocida canción, que nació con el siglo, fue testigo de sus avatares cuando el pueblo vivía en un ostracismo y donde todos hemos arraigado nuestras querencias, nuestros amores y nuestros sueños, y adonde siempre volvemos.
Chazuta ya no será igual para todos nosotros cuando todas esas personas maravillosas vayan a sus lugares eternos. Algo de todos nosotros se llevan, pero seremos fuertes para no dejarnos abatir porque la vida debe seguir y será importante guardar sus memorias porque los quisimos mucho, y a la tía Fausta lo tenemos en un lugar especial de nuestro recuerdo porque la valoramos por su bravura y tenacidad con que se enfrentó a la vida para sacar adelante su familia. Valoramos ese heroísmo de esta mujer que un día, por esas cosas de la vida, dejó su Chazuta querida para afincarse en Tarapoto.
Nos aunamos al dolor de Herbert Hugo, Edwin, Martha Amelia y Jorge Luis, sus hijos y nietos. Toda la familia Arévalo y Bartra, sus amigos y todos, le transmitimos el compromiso de que nunca la olvidaremos. A esta mujer que es ya parte de la historia de Chazuta y de nosotros mismos.