Marilena Marconi es una investigadora de Urku, Estudios Amazónicos, con quien he aprendido a ver de otra manera a las abejas en la selva. Antes, como cualquier mortal las temía bajo el concepto que tenían aguijones que me clavarían y causarían dolores infernales.
En alguna ocasión fuimos atacadas por la especie Scaptotrigona polystica cuando caminábamos en medio del bosque y llenos de terror creíamos que iban a llenarnos de picaduras y debíamos atendernos en un hospital. Pasó algún tiempo hasta que conocí a Marilena y me libró de tal prejuicio. Las abejas no pican, solo se te meten a la cabeza para hacerla sonar como un panal, causando un breve fastidio apenas.
Luego descubrí que el 40% de las especies de árboles del bosque amazónico depende de ellas para su polinización, de sus valores curativos y de las distancias entre la especie africana y esta, que si bien produce menos miel, su valor como salvadora del bosque y como sustancia curativa de males humanos es increíble.
Es un antioxidante increíble, la gastritis puede ser curada con su consumo, tiene sabores distintos entre una y otra producción. Estas grandiosas abejas son amenazadas por su variante africana y podría aportar a su desaparición, con la que el bosque también mermaría. Es hora que las políticas de Estado fijen su interés en su producción.