¿Hacia dónde va el arte? (II)
Esta cruda realidad antes descrita también nos la recuerda el gran filósofo José Ortega y Gasset (en su obra “La Deshumanización del Arte”) desde sus precedentes románticos del siglo XIX señalando la decadencia de la cual ya adolecía la literatura reducida a un simple realismo doméstico de la rutinaria condición humana. Dice él:
“Recuérdese cuál era el tema de la poesía en la centuria romántica. El poeta nos participaba lindamente sus emociones privadas de buen burgués; sus penas grandes y chicas, sus nostalgias, sus preocupaciones religiosas o políticas y, si era inglés, sus ensoñaciones tras de la pipa. Con unos u otros medios aspiraba a envolver en patetismo su existencia cotidiana.”
Y continúa: “Durante el siglo XIX los artistas han procedido demasiado impuramente. Reducían a un mínimum los elementos estrictamente estéticos y hacían consistir la obra, casi por entero, en la ficción de realidades humanas…todo el arte normal de la pasada centuria ha sido realista. Romanticismo y naturalismo, vistos desde la altura de hoy, se aproximan y descubren su común raíz realista. Productos de esta naturaleza sólo parcialmente son obras de arte, objetos artísticos. Para gozar de ellos basta con poseer sensibilidad humana y dejar que en uno repercuta las angustias y alegrías del prójimo. Se comprende, pues, que el arte del siglo XIX haya sido tan popular; está hecho para la masa indiferenciada en la proporción en que NO ES ARTE, SINO EXTRACTO DE VIDA. Recuérdese que en todas las épocas que han tenido dos tipos diferentes de arte, uno para minorías y otros para la mayoría, este último fue siempre realista.”
“Aunque sea imposible un arte puro, no hay duda de que cabe una tendencia a la purificación del arte. Esta tendencia llevará a una eliminación progresiva de los elementos humanos, demasiado humanos, que dominaban en la producción romántica y naturalista.”
Esto último también es brillantemente sintetizado por el Maestre Serge Raynaud de la Ferrière en su obra el Arte en la Nueva Era: “Debo confesar, sin embargo, que en toda la literatura no encuentro sino muy poco de lo que verdaderamente busco en el arte en general, es decir, esa aspiración al gran problema, a la única finalidad verdadera en todo: el gran misterio que queda siempre y en todas partes.”
“La palabra o la escritura fueron siempre un ejemplo espléndido, evidentemente, para la expresión del pensamiento humano, con la enorme extensión de su posibilidad; DESAFORTUNADAMENTE ESTAMOS SOLAMENTE EN LA PALABRERÍA Y YA NO ES EL VERBO.”
Ante esta realidad este último autor sintetiza las mejores salidas o soluciones para volver al Arte a su verdadero camino y revalorización en su justo sitial como parte del Saber y el consecuente aporte positivo al mejoramiento integral de la humanidad. Propone él que:
“El Arte hace muchísimo tiempo ha perdido su carácter sagrado (deberíamos decir su carácter sacro) y ya es tiempo de que los artistas vuelvan a su misión verdadera, ofreciendo a los profanos, elementos, no solamente susceptibles a los sentidos físicos, sino también manifestaciones de síntesis, abriendo el camino a las cualidades espirituales”.
“El Arte, perdido en un caos de ideas, debe recuperar el sentido que lleva en su esencia, dar el mensaje que penetre a lo más profundo del Ser para identificarse con el universo”.
En ese sentido nos explica su exégeta e ideólogo el compositor sinfónico Dr. David Juan Ferriz Olivares:
“A este respecto es muy interesante hacer notar que “El Arte en la Nueva Era”, fue la obra cuya complementación de texto inició durante su retiro en los países de Europa, en la cual denota el Maestre Dr. Raynaud de la Ferriere una conceptualidad muy diferente. Es el libro que además de ser para los artistas, planea conceptos de revelación de misterios mayores que han de ser vivenciados en la Nueva Era por los creadores, por los iniciados y por los pueblos, puesto que el Maestre los da para que sean expuestos y establecidos por el poder instaurador del Arte. Por cierto que en dicho texto expresa que “si los artistas pudieran volver al género de operaciones” que describe en esa obra, “esto sería una Verdadera Misión para dar así al mundo un objeto de concentración en el cual cada uno podría encontrar una iluminación. Los primeros en ser educados serán, por cierto, los artistas mismos, “misioneros”, que luego serán mensajeros, como los sacerdotes de un alto conocimiento aliado al saber para el beneficio de la humanidad que entonces comprenderá la vía a seguir y tomará poco a poco la dirección de la nueva sabiduría”.
En fin estos artistas concluyen que: “El arte tiene el poder de la instauración y constituye una fuerza y potencialidad del Saber de la Nueva Era…El principal, objetivo que ha de presentar es el descubrimiento del hombre trascendental en su marcha evolutiva hacia la Unión con el Gran Todo”.
“Al final de todo queda como lo más importante, la Misión del Arte unida a la Misión de los Artistas, SU MISIÓN EDUCADORA PARA LA AUTOREALIZACIÓN DEL HOMBRE y lo que promueve su mensaje, en cuanto tiene de único e irreparable para SU ACCIÓN IMPRESCINDIBLE EN LA TRANSMISIÓN Y EN LA VIGENCIA DE LA SABIDURÍA ETERNAL”.