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sábado, diciembre 7, 2024
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Hartazgo

¿Alguna duda de que esto, todo, no da para más?
En tan solo una semana, un gabinete salió por la renuncia de su primera ministra y otro se cayó por lo impresentable de su primer ministro. Sí, Castillo demuestra que lo puede hacer peor cada vez.

El gabinete Valer pasó a la historia como uno de los más breves dentro de un régimen democrático (el último premier de Belaúnde durante su primer mandato asumió solo horas antes del golpe de Velasco, por lo que no entraría al ‘ranking’). El agresor de mujeres que el presidente escogió para reemplazar a Mirtha Vásquez concitó el repudio de tirios y troyanos. En un escueto y necio mensaje a la Nación, Castillo intentó culpar al Congreso por aquello que sus propias decisiones provocan. Por vez primera, casi nos solidarizamos con los pobres parlamentarios, acusados de un desastre que – oh sorpresa – no propiciaron.

Y digo ‘casi’ porque la oposición, en lugar de aprovechar el momento, parece empecinada en demostrar que lo puede hacer peor. En medio del descalabro propiciado por el hombre del sombrero, y cuando la opinión pública estaba por olvidar que se tumbaron la reforma universitaria – la formación de miles de jóvenes es nada en comparación con los intereses de quienes los pusieron en sus curules –, Maricarmen Alva, la presidenta del parlamento, no tuvo mejor idea que salir a pegar alaridos contra el comunismo. Acto seguido, en una conocida radio de alcance nacional con una extraña predilección por los investigados por corrupción, Keiko Fujimori insiste en hablar de un fraude que, a estas alturas, ya solo Kenji y uno que otro conspiranoico debe creer.

No esperábamos mucho de Castillo. Cuando quedo claro que los del lápiz no eran capaces de montar dictadura alguna, muchos le dieron su voto con tal de evitar – por enésima vez –  que la heredera del dictador y sus secuaces volvieran a tomar el poder (o el Ejecutivo, para ser más precisos, considerando que en el quinquenio anterior lograron controlar el Congreso y – por su intermedio – colocaron cuanta gente pudieron en varias entidades estatales).

Ya juramentado, no se puede negar que el profesor levantó ciertas ilusiones por el simbolismo que representaba tener a alguien procedente del Perú olvidado como mandatario justo cuando nuestra república cumplía 200 años. La decepción sobrevino rápido con el gabinete Bellido, la esperanza resurgió con Vásquez y todo valió con Valer. Eso sí, hasta antes del premier más fugaz de los últimos tiempos, a Castillo lo sostenían sus enemigos. Los ataques furibundos que recibía, amparados en argumentos infundados, prejuiciosos y delirantes – cuando siempre sobraron motivos reales para criticarlo – hicieron que medio país se solidarizara con el huésped de Palacio de Gobierno. Sin embargo, al resultar obvio que estaba aprendiendo a aliarse con corruptelas en lugar de asumir una oportunidad histórica, nada ni nadie parecía excusarlo ni ampararlo. Nos equivocamos. Desafiando todo pronóstico, sus opositores persisten en un ridículo digno de los asesores presidenciales.

Estimados políticos de mi vapuleado Perú, entiendan que la narrativa contra el “comunismo” o la “derecha golpista” ya no le satisface a un pueblo que está harto de todo y de todos. Asúmanlo antes que sea tarde.

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