Los Wiwaneros Ancestrales –Luis Alberto Tafur Ruíz, Carlos Humberto del Águila Delgado, Galo Ponce Saavedra, Herbert Hugo Arévalo Bartra y el infrascrito—, visitamos en su domicilio del jirón Manuel Arévalo Orbe a don Héctor Navarro Flores (Tarapoto, 30 de mayo de 1935), conocido por el apelativo de ´Mazo´, pues se trata de un personaje que es parte de la historia citadina de los chicharreros, como antaño se decía de los tarapotinos. De esos buenos tiempos. Recuerdo que, como taxista institucional de la ciudad, hacía servicios desde la Plaza de Armas al Aeropuerto. De una manera irónica los tarapotinos solían hacerle la siguiente pregunta: “Héctor, mázzzzo menos, ¿a qué hora crees que llegue el avión?”.
Desde que llegamos al domicilio de nuestro amigo Héctor Mazo, nos intrigó preguntarle el origen del apelativo, especulando que se debiera a ciertos atributos y resultamos desengañados cuando confesó que el que le puso la chapa fue don Atilio Vásquez Gómez cuando el doctor Ángel Delgado Morey, abuelito de Carlos Humberto, le llevó a que le vea el ´vacachupo´ que le había salido en la rodilla izquierda que hizo que su pierna izquierda se inflamara y pareciera un mazo de pilar arroz. De ahí el apelativo.
Don Héctor es de esos personajes que para ser emblemáticos de su entorno solo se necesita tener ese ángel o aura con el que los dioses premian a pocas personas. Y ese carisma los hace ser parte indesligable e imprescindible de la ciudad, que no sería la misma sin ellos. Son esas personas que no se meten con nadie ni se hacen problemas y reciben el aprecio de todo el mundo y llegan a tener más poder e influencia que los de grandes recursos. Don Héctor es de esos ciudadanos empáticos, querendones, serviciales y empoderados. Acciopopulista hasta la médula; mejor dicho, de esos populistas de la guardia vieja que se alineó con la decencia y la democracia. Héctor Mazo nos describe en una panorámica la historia de la ciudad, como cuando entra en servicio en 1961 el nuevo aeropuerto y tenía como competidor en la ruta a don Leoncio Zambrano Pérez, un flacuchento rabioso e impaciente y que fumaba como chino en quiebra.
Don Héctor enviudó hace veinticinco años, tragedia que no le hizo perder el buen humor y lo positivo de la vida, pues lleva una vida tranquila con sus hijos Polita, Roger, Rolando y Roaldo. Y conversar con él es rememorar esas historias de la ciudad y de su gente. Nos cuenta que, por su personalidad especial, era amigo de los pilotos de las dos líneas áreas de entonces, como Satco y Faucett, estatal y privada, respectivamente. Nos cuenta de cómo le sacó de apuro a Demetrio Tafur Ruíz cuando no le permitieron embarcar en Iquitos una lora y fue precisamente Héctor, que trabajaba de taxista en esa ciudad, por ser un “influencer” el piloto accedió a que Demetrio embarcara el psitácido. De este modo, el político pudo tener su lora.
Don Héctor hace desfilar por su memoria la historia de la ciudad, cuando Tarapoto era aún una urbe civilizada y amigable. Poco a poco Los Wiwaneros Ancestrales, irán recreando parte de la historia citadina. Rememoraremos la historia de la ciudad y cómo la gente, de todos los niveles socioeconómicos, coincidían en esos lugares especiales
pero prohibidos donde encontraban tranquilidad, sosiego y paz a sus espíritus insaciables en busca de la diversidad. (Los Wiwaneros Ancestrales-Comunicando Bosque y Cultura).