Historias de Tarapoto, 41

Por Willian Gallegos Arévalo

Cuando ya hemos hecho del fútbol una de nuestras grandes pasiones de esta era de la tecnología, solemos preguntarnos ¿cómo pudieron pasar sus fines de semana nuestros antepasados y vivir momentos de frenesí que solo nos puede dar el fútbol? Entonces, los años que precedieron a estos tiempos ya casi nos parecen absurdos.

Manuel Eduardo Sánchez, a su retorno de Moyobamba, terminando sus estudios normales, integraría la poderosa escuadra del Unión Católica, del que también formarían parte: Carlos “Feijoó” Flores Ramírez, Waldemar Oliveira Ushiñahua, Carlos Vidaurre García, Ernesto García Navarro, Jorge Torrejón, Palermo Delgado Fernández, César Phillips Flores, Marcelino Ramírez Ramírez, Luis Yalta Hidalgo, Teobaldo “Ruso” Rodríguez Ruíz, Carlos Bartra Rojas y Jaime ·Pinocho” Gómez García, entre otros, ya nombrados. En 1970, Eduardo es reemplazado por Lito Wong (Iquitos).

Hacia finales de los años setenta del siglo pasado, Tarapoto y otras ciudades del departamento de San Martín acogieron a los foráneos que mayormente procedían de las ciudades norteñas de la costa, como Trujillo y Chiclayo, y que serían las canteras de donde salieron esos modernos paladines que alternarían con los ya célebres futbolistas de la zona del Huallaga, convocados, primero, por el ingeniero Manuel Felipe del Carpio Carrión, este un verdadero promotor del deporte. Esos huallaguinos trejos — shimbillinos, shapajinos, saucinos, chinchaltinos, pucacaquinos, pilluaninos, etc., que tenían canillas de estoraque, muslos de mashonaste y corazón de pucaquiro, alternarían con los norteños en fieros encuentros, y las tardes domingueras se llenarían de magia.

Muchas de esas glorias de antaño han partido a otras dimensiones, sin embargo, quedan sus hazañas, sus filigranas, sus toques, sus chalacas. Ahí están los “pucunazos” de Ricardo Mozombite; los cabezazos de Palermo Delgado; las filigranas de Ricardo Ríos Ramírez; las corridas de Linder García García; la sapiencia y serenidad de Oscar Acosta, en la defensa; las escapadas de Merlin Vásquez García a quien -como dice Víctor “Félix” Cerna Silva— no le alcanzaban ni con moto. El nuevo estadio tarapotino era testigo de las nuevas hazañas de los futbolistas que alegraban las tardes y donde cada jugador tenía su característica y personalidad. Antaño, después de esas gloriosas tardes la gente retornaba a sus hogares para disfrutar de un paiche asado al carbón, su inguiri con todas de la ley y su chapo fraguado en las túllupas ancestrales.  

Termino la serie que corresponde al Unión Católica. Fue el cuadro con el que me identifiqué. Un cuadro que tuvo dirigentes que son parte de la historia de la ciudad de Tarapoto. No están muy claras las razones por las cuales el Unión Católica, que seguía en “poder” de Ricardo Mori Cavero, se une con el sector agricultura para conformar el Unión Zona Agraria y que llenaría otro capítulo del fútbol tarapotino. (Comunicando Bosque y Cultura).

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