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martes, diciembre 10, 2024
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Historias de Tarapoto, 7

El martes pasado Galo Ponce Saavedra introdujo en la conversación del grupo un tema sobre una manifestación cultural que desconocía, a pesar de mis andanzas por toda la región y estar involucrado con las costumbres y la cultura general de la Amazonía peruana. Creía conocerlo todo, o casi todo. Y el tema tenía que ver con la costumbre folclórica del “luto cacharina”, que es la ceremonia que las personas realizan al año de haber enviudado. O sea, se desprenden del luto por el fallecido o fallecida y los antiguos deudos adquieren la plena libertad para volver a tener pareja y subir al pijuayo sin ser cuestionados.

La celebración del “luto caharina” se reviste de un protocolo especial porque tiene que ver con la sexualidad y, mayormente, son las mujeres las que lo festejan para que la sociedad las acepte y no caigan en inmoralidad. Y según Gilberto Sánchez Noriega, quien me visitó en el momento que redactaba esta crónica, en el valle del Sisa la ceremonia se realiza de la manera siguiente: la todavía viuda se desprende de dos collares de color blanco y negro y los tira al suelo y sobre ellos bailan ella y el nuevo “marchante”. A partir de ese momento ella recobra su libertad. Hasta hace poco, “Los Wiwaneros de Pamashto”, Lamas, amenizaban estas ceremonias. El “luto cacharina” tiene toda la importancia social, aunque con tendencia a desaparecer y existe poco interés en preservarlo.

Sobre las expresiones culturales de la población ancestral, Tomás Cotrina Trigozo recoge en su tesis de grado de la Universidad Nacional de Educación “Enrique Guzmán y

Valle” esta manifestación cultural, como una de las tantas de la provincia de Lamas. Y, de repente, constituye la más emocionante e intensa de entre todas por lo que entraña y por su significación, porque tiene que ver con lo ético y con las leyes sociales comunitarias no escritas. Sin embargo, como para matizar este tema, existe un gracioso cuento que lo escuché en Radio Nacional del Perú, en 1979, en el programa de un periodista de Tabalosos, que describe la “ocurrencia” o ligereza de una viuda a quien, en la noche del velorio de su esposo la sorprenden in fraganti. La viuda no se había “aguantado”.

Según el relato, a eso de las dos de la mañana, el compadre de la pareja va a miccionar en la huerta y encuentra a la viuda haciendo el amor con uno de los vecinos, y la recrimina: “¡Qué haces, comadre; a mi compadre no le entierran todavía y ya usted está tirando rico con el vecino! ¡Sepa comportarse!”. Ante esta llamada de atención, la viuda se justifica y dice: “¡Ay, compadrito; debes saber que con tanta pena por tu compadre ya no sé ni lo que hago!”. Esta costumbre no recuerdo haberlo visto en los mestizos, a pesar que el relato pudiera referirse a este grupo.

También me contaron que en la ceremonia del “luto cacharina” acostumbran tomar el preparado macerado al que llaman “El verraquito”, que es un brebaje para estimular al “afácil” y dicen que pone en fa a la gente que lo toma. Y, por favor, si saben de alguna ceremonia que se realice para que la dama deje su viudez me pasan la voz porque, de repente, encuentro una choclonita por ahí. (Comunicando Bosque y Cultura).

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