Después de los idus de marzo he decidido volver a tocar los temas cotidianos y prosaicos de mi ciudad. Y estamos en este mes y año y nada ha cambiado. Pero me entristezco más cuando al salir del puesto de mi amigo Víctor Puerta Melgarejo o “Cholo Sotil” –entre la esquina de la plaza y el jirón San Martín– miro al centro de la plaza y veo una palmera invertida; de esta palmácea que simboliza mi ciudad pero que ya no existe ni para remedio. Porque para quienes tienen criterios de modernidad, la tradición no existe. Tarapoto, pues, debería estar en ese tránsito de recuperar su memoria, su esencia, como fuimos; pero con nuestras autoridades autistas solo es soñar imposibles.
¿El cosmopolitismo destruyó nuestra identidad? ¿Todo lo que se hace no es el resultado de las concepciones ideológicas como, por ejemplo, destruir el paisaje porque es urgente y exitoso tener dinero? Pues, el idiotismo hace que se crea que, si cuestionamos el “sistema” es porque queremos quitarle la riqueza al exitoso, a ese emprendedor que se sacó la mugre para triunfar. Nada más falso. Pero nos estamos saliendo del tema, y reconozco mi culpa.
Tarapoto es una ciudad sin espacios públicos. Este es un problema que –no creo estar equivocado–, no les interesa a las autoridades municipales. Porque si a la primera autoridad y madre del pueblo no le interesa participar en el espacio del Comité de Gestión Regional Agrario o CGRA, ¿por qué interesarse en temas menores? Aquí está, pues, la tragedia como, por ejemplo, estar obnubilados por parques temáticos y no por bosques urbanos, este que es un ecosistema natural de disfrute libre y permanente y que casi se nos fue la oportunidad de tenerlos y mi organización ha venido promoviendo y sugiriendo formalmente a los alcaldes y gobernadores regionales. Y solo nos queda la Esperanza, como en el mito de Pandora.
Esta mañana taropotina es calurosa y provocativa como para tomarnos unas cervecitas y, de repente, un amigo aparece e invita su par como exige el manual de Carreño. Y después de una reunión de los Balseros Ancestrales donde abordamos el tema de las otrora emblemáticas instituciones como el Huracán, el Club Social San Martín y los viajes en balsa por los ríos Mayo y Huallaga, reflexionamos sobre la indiferencia de las “nuevas” generaciones con lo antiguo pues la cultura del celular ha remplazado al diálogo y a esas conversaciones con gracejo, con chispa y ese plan de joda sana como lo hacen los hoyadinos y que son unos grandísimos pendejeretes.
En esa tertulia de los Balseros, Josué Villanueva García recuerda a su abuelito Nicolás García Sánchez (Cuñumbuqui, 01.06.1906), partiendo en su balsa desde su pueblo hacia Iquitos, con hatos de ganados del Estero y Difuntillo. Y está volviendo a los años cincuenta del siglo pasado. Los chazutinos evocamos nuestras peripecias en Shapaja para conseguir balsas y que llegaban a este puerto transportando el algodón desde Pinto Recodo y todo ese tramo, y desde Juanjui, hacia las fábricas Somerex, Anderson&Clayton, Loreto Export S.A., Ariech Brodsky y la Fábrica de Aceites Shapaja – FASSA, que hicieron de Shapaja el primer centro industrial de la región San Martín. (Comunicando Bosque y Cultura).