La plaza de armas de Tarapoto produce sentimientos encontrados en la gente según las simpatías políticas de cada quien y según cómo se entiende la modernidad. Mucha gente entiende la modernidad con el significado de desaparecer la historia y la tradición. El “simpatizante” político endiosa lo que hace su partido, pero descalifica lo que hacen los otros. Casi es una excepción encontrar personas que tengan sindéresis para tener correctos juicios. Para mi gusto, así como para los Wiwaneros Ancestrales, la actual plaza de armas de la ciudad de Tarapoto es “funcional” para las noches, con su sistema de iluminación y sus espacios libres; pero para el día es un escenario francamente abominable porque le ha restado identidad a nuestra ciudad.
¿Qué hacer, entonces? Lo que debe hacerse es armonizar lo moderno con lo tradicional. Esa “palmera tarapotina” invertida en la parte central de la plaza debe desaparecer y ser reemplazada por una infraestructura que nos convoque. Por ejemplo, de repente sembrar un aguaje o un huairuro, este que es un árbol frondoso y bello. Y en otro sector de la misma plaza construir una glorieta. “Nuestra” plaza, entonces, debe ser un escenario amigable y amoroso con su gente. Mas parece un escenario virtual y no real.
El centro de Tarapoto se ha convertido en un espacio totalmente desvinculado de los vecinos. En las calles de la periferia de la plaza de armas es una odisea que los motociclistas podamos estacionar temporalmente nuestros vehículos, porque desde casi el alba otros se han apropiado del lugar y no lo abandonan muchas horas después. Por eso le pido al gerente municipal, contador César Augusto Hidalgo Castro –un gran profesional y experto en gestión pública—para que la comuna tarapotina diseñe un plan para recuperar, por lo menos parcialmente, espacios como la primera cuadra del jirón Pedro de Ursua. No tengo dudas que lo hará, pues es un profesional muy inteligente, constructivo, ejecutivo y propositivo, y me hago cargo de mi opinión.
Los que deciden las políticas y los ejecutores están pensando en los viajes interplanetarios y no tienen tiempo para los temas del desarrollo. Además, ya no les importa la gente que vive en la ciudad. Hace poco, falleció el profesor y destacado autor de relatos, Winston Pinedo López, y ninguna autoridad municipal ni educativa le dedicó un homenaje. Bueno, Tarapoto no tiene un centro cultural, como tienen Lamas y Moyobamba. A nuestras modernas y competitivas autoridades y funcionarios les importa nada la promoción de la cultura. Algunos dicen que vivimos la época del acomodo.
Nunca he sido mezquino: se expidió una Resolución de Alcaldía, reconociendo mi cuento El bujurqui Silvio, que le presenté a la comuna tarapotina, gesto que agradezco. Por eso, gracias alcaldesa Lluni Perea Pinedo. También obsequié diez ejemplares al gobernador Walter Grundel Jiménez y un mes después se encuentra en la Dirección de Gestión Pedagógica para su trámite. El cuento es un relato ameno y de fácil lectura y donde los bujurquis se enfrentan a un perverso canero. (Comunicando Bosque y Cultura).