En este gran poeta modernista resulta muy difícil distinguir al hombre de la leyenda, al poeta del político, al hombre de acción del artista.
No bien arribaba a su juventud fue encerrado en el Real Felipe del Callao, y condenado a la pena capital por atacar con sus furibundos artículos en “La Tunda” a la dictadura de Cáceres; pero el movimiento revolucionario de 1895 lo salvó y la junta de gobierno que se instaló con Piérola a la cabeza le nombró secretario presidencial y después ministro de Hacienda y también director del diario oficial La República. Apenas frisaba 20 años. Eterno viajero, de centroamerica poso a Mexico. Después lo vemos como secretario personal y asesor del caudillo militar revolucionario Pancho Villa en México, incluso participando en la toma de Chihuahua, fue procesado como colaborador, traidor a la patria y condenado al fusilamiento. La protesta unánime de los grandes intelectuales europeos y americanos lograron salvarle.
En José Santos Chocano el verso adquiere la madurez que Ricardo Palma y Gonzáles Prada han alcanzado en su prosa, el primero en su narración y el segundo en su fuerte crítica social y prédica revolucionaria.
Su condición fue de pionero y descubridor para la poesía, de los nombres y las cosas del Nuevo mundo. Cantó la exuberancia de la geografía de los trópicos, cataratas, llanuras, ríos y bosques. Rompiendo el estrecho provincialismo, es el “Cantor de América autóctono y salvaje”. El americanismo paisajista lleno de color de un continente nuevo, con plasticidad de imágenes, con resonancias y ritmos sinfónicos.
En la síntesis de su ser, Chocano, “mitad inca mitad virey”, está el vigor de España y las telúricas nostalgias del incario. Su poesía exalta al inca, como también a los conquistadores legendarios y a nuestros héroes republicanos con un fervor épico de trompetería eufórica y musical, como él decía: “con majestad inca y orgullo español”. Ningún poema lo expresa mejor que en “Blasón”.
La sangre es española e incaico es el latido;
y de no ser Poeta, quizá yo hubiera sido
un blanco aventurero o un indio emperador.
Su talento precoz ya se manifestaba cuando a los 15 años dirigía “El Perú ilustrado”.
Experimentó todas las formas métricas y estróficas, con vibrante sonoridad, con imágenes cromáticas y metáforas grandilocuentes, incluso en su obra cumbre “Alma América”, con prólogo de Rubén Darío, Chocano sentenció: “en mi arte caben todas las escuelas, como en un rayo de sol, todos los colores”.
Su vida novelesca, aventurera, tempestuosa, turbulenta, sentía gran necesidad de la paz que nos prodiga el lar nativo, la aldea, y así lo manifiesta en su poema “Nostalgia”, cosa de la que este espíritu turbulento nunca después logró disfrutar:
Hace ya diez años
que recorro el mundo
¡He vivido poco!
¡Me he cansado mucho!
Quien vive de prisa no vive de veras,
quien no echa raíces no puede dar frutos.
Ser río que corre, ser nube que pasa,
sin dejar recuerdo ni rastro ninguno,
es triste y más triste para quien se siente
nube en lo elevado, río en lo profundo.
Quisiera ser árbol mejor que ser ave,
quisiera ser leño mejor que ser humo;
y al viaje que cansa
prefiero el terruño;
La ciudad nativa con sus campanarios,
arcaicos balcones, portales vetustos
y calles estrechas, como si las casas
tampoco quisieran separarse mucho …
Estoy en la orilla
de un sendero abrupto.
Miro la serpiente de la carretera
que en cada montaña da vueltas a un nudo;
y entonces comprendo que el camino es largo,
que el terreno es brusco,
que la cuesta es ardua,
que el paisaje es mustio . . .
¡Señor! ¡Ya me canso de viajar! ¡Ya siento
nostalgia, ya ansío descansar muy junto
de los míos!… Todos rodearán mi asiento
para que les diga mis penas y triunfos;
y yo, a la manera del que recorriera
un álbum de cromos, contaré con gusto
las mil y una noches de mis aventuras
y acabaré en esta frase de infortunio:
–¡He vivido poco!
¡Me he cansado mucho!