Por: Marco Hidalgo Murrieta
En las estadísticas nacionales destaca el exceso de velocidad como primera causa de los siniestros de tránsito. El departamento de San Martín no figura en los primeros lugares, sin embargo, son comunes escenas de padres sepultando a sus hijos, pequeños privados de sus padres o jóvenes con miembros mutilados, entre otras secuelas.
Imágenes sin editar de las consecuencias de un choque frontal entre motos lineales en la ruta Santiago de Borja – Barranquita, distrito Pongo de Caynarachi, provincia de Lamas. Un adolescente de aproximadamente 16 años fallecido por traumatismo cerebral y con una pierna mutilada. Otra persona mayor, también sin vida, yace sobre una de las motos siniestrada en la pista asfaltada.
Dos pequeños, de 2 y 5 años, se trasladaban con su padre y madre embarazada en un mototaxi por una trocha carrozable que une la comunidad nativa de Kayants con el poblado de Uracuza, en el distrito de Nieva, provincia de Condorcanqui, departamento de Amazonas. Los impacta un camión Fuso y acaba con las vidas de los bebés con su padre y deja grave a la madre.
Lamentos, búsqueda de culpables, discursos condenatorios, acciones que se repiten ene veces y han normalizado la tragedia, pero casi todas se deben a negligencia, ausencia de educación vial y a nuestra cultura chicha. Lo más doloroso e injusto de estas tragedias “provocadas” es cuando vemos pequeños cuerpos, vidas por florecer arrancadas por la irresponsabilidad.
Representa un círculo vicioso de conductas malignas: el policía omite sus obligaciones a cambio de una dádiva (coima) y perdona las faltas (fallas técnicas), el conductor al volante con más de 0.50 miligramos de alcohol por litro de sangre, el joven recargado de adrenalina que sobrepasa los límites de velocidad permitidos.
Similares delitos culposos son consecuencia de manejar el vehículo motorizado mientras se conversa por el celular, parpadear o quedarse dormido detrás del volante por cansancio o la “viveza” de pasarse la luz roja. Seas victimario o víctima, el resultado es dramático.
Las noticias de esos sucesos recalcan que “las autoridades locales han reiterado su compromiso de reforzar las medidas de seguridad para prevenir futuros accidentes y proteger a los ciudadanos”. Palabras estériles.
Para disminuir los accidentes de tránsito, el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC) en el 2022 modificó los límites de velocidad. Según el Observatorio Nacional de Seguridad Vial de este ministerio, en nuestro país 276 personas mueren al mes a causa de siniestros viales.
En el 2021, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) proyectó que los accidentes de tráfico podrían causar hasta 13 millones de muertes y 500 millones de lesionados graves de 2021 a 2030 si no se intensifican las medidas de seguridad vial. La Organización Mundial de la Salud (OMS) informó que en el mundo cada 24 segundos muere una persona en accidentes viales y 1,35 millones de personas mueren anualmente por esta causa.
Se repite como tarea escolar que la prevención es clave para evitar accidentes de tránsito y que debemos mantener el vehículo en buenas condiciones y permanecer consciente al volante. Que el uso de tecnología como sistemas antifatiga y GPS mejora la seguridad al prevenir accidentes y optimizar la gestión de flotas. O la implementación de normativas como el monitoreo inalámbrico de vehículos para la seguridad en el transporte terrestre.
Ninguna norma ni equipamiento tecnológico cambiará este triste panorama si cometemos las mismas faltas ante los ojos de nuestros hijos o le seguimos “sacando la vuelta” al sistema.
Una sociedad que conoce las consecuencias y sanciones, y persiste en su comportamiento indiferente a las normas sociales e indolente al sufrimiento ajeno, seguirá lamentándose.