(Septiembre: mes de heroísmo y libertad)
Por: Ludwig H. Cárdenas Silva
Hablar de la independencia del Perú es hablar también de la gesta libertadora en Maynas. Tras la proclamación de nuestra independencia el 28 de julio de 1821, muchas ciudades del interior aún permanecían bajo el control de los realistas, quienes se resistían a la causa emancipadora. El nororiente peruano no fue la excepción. Ciudades como Chachapoyas, Moyobamba, Rioja, Lamas y Tarapoto vivían en un estado de incertidumbre, acosadas por la constante amenaza de las tropas realistas que mantenían su influencia en la región.
En Moyobamba, que pertenecía a la Comandancia General de Maynas y al recién creado Obispado de Maynas, que había formado parte de la diócesis de Trujillo durante casi todo el virreinato, comenzó a organizarse una firme resistencia realista. Esta resistencia cobró fuerza cuando el comerciante moyobambino Pedro Pascasio Noriega coordinó acciones militares con el general José de San Martín. Sin embargo, Noriega y otros patriotas de Moyobamba fueron traicionados por José Matos, uno de los integrantes de la expedición enviada desde Trujillo. A consecuencia de esta traición, muchos independentistas fueron apresados y fusilados, entre ellos el comandante Alvariño y el propio Noriega, los días 10 y 11 de abril de 1821.
Mientras tanto, en Chachapoyas, los patriotas resistían las exigencias de rendición impuestas por el comandante realista Fernández Álvarez. Con el apoyo de una expedición liderada por José María Egúsquiza, lograron derrotar a los realistas en la batalla de Higos Urco el 6 de junio de 1821. Fernández Álvarez se retiró a Lagunas, y poco después llegó la noticia del avance de San Martín hacia Lima, lo que llevó a un armisticio temporal.
La iniciativa independentista en la Amazonía fue clave para asegurar el control del norte del Perú, dentro de la estrategia general de San Martín. No obstante, Moyobamba permanecía leal a la causa realista, respaldada por el obispo Hipólito Sánchez Rangel, quien jugó un papel fundamental en consolidar esa fidelidad.
La región de la selva norte volvió a caer bajo dominio realista, y sus fuerzas planearon la reconquista de Chachapoyas. En respuesta, los independentistas de Trujillo enviaron un refuerzo militar bajo el mando del teniente coronel Nicolás Arriola, quien se desplazó desde Chachapoyas el 4 de septiembre de 1822, ubicándose en las montañas cercanas a Rioja. Los realistas, liderados por el sargento Santiago Cárdenas, se dirigieron hacia las tropas patriotas, lo que resultó en una serie de enfrentamientos decisivos: la batalla de La Ventana (10 de septiembre), la batalla Tambo del Visitador (12 de septiembre), la batalla de Rioja (13 de septiembre) y, finalmente, la batalla de Habana (23 de septiembre), en la que los realistas fueron definitivamente derrotados. Esta fue la última gran confrontación por la independencia de Maynas. El 25 de septiembre, Arriola tomó Moyobamba, mientras el obispo Sánchez Rangel huía a España.
A pesar de la relevancia de esta gesta libertaria amazónica, ha sido escasamente abordada por los historiadores, llegando incluso a ser omitida en el relato histórico nacional. Como resultado, los estudiantes del país tienen un conocimiento limitado sobre el pasado de la Amazonía. Con el objetivo de corregir este vacío, una congresista de San Martín impulsó y logró la aprobación del proyecto de Ley N° 1647, que propone incorporar la Batalla de Habana en la currícula nacional. Es esencial que la contribución de los pueblos amazónicos a la independencia sea reconocida y valorada en todo el país.
Sin lugar a dudas, los acontecimientos históricos mencionados merecen una conmemoración especial. El departamento de San Martín tiene un valor histórico singular, ya que en ninguna otra región se libraron cuatro batallas tan cruciales para alcanzar nuestra independencia. Si bien es destacable el esfuerzo de las autoridades de Rioja y Habana por escenificar estas batallas, resulta preocupante que las autoridades regionales no otorguen a estos eventos simbólicos la importancia que realmente merecen. Al menos, el 23 de septiembre debería declararse como día feriado, establecer el embanderamiento regional y promover desfiles cívicos en honor a la gloriosa Batalla de Habana, que contribuyó decisivamente a nuestra independencia del colonialismo español.