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martes, enero 21, 2025
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La institución del `Franeleo´

Por Sergio M. Gallegos Mendoza

Hay una frase en la obra Eugenia Grandet, de Honoré de Balzac, que dice: “La adulonería nunca emana de las almas grandes, sino que es patrimonio de los espíritus pequeños”. La recordé apenas vi las lamentables performances de dos ministros del actual Ejecutivo. Dos personajes que, como diría César Hildebrandt: ´en cualquier gobierno decente no serían ni porteros´.

Las declaraciones de ambos ministros corroboran todo lo que se ha dicho de ellos referente a sus capacidades, pero, sobre todo, a aquella práctica extendida en la gestión pública que es la adulación, o el comúnmente llamado franeleo. Estos dos ministros, comprobadamente incapaces, son el ejemplo clarísimo de lo que es un adulón y de lo que es tener vocación de alfombra. Creo nunca haber visto personajes más indignos que estos dos. Es la Kakistocracia (el gobierno de los peores, el gobierno de los ineptos) como tituló hace poco su columna de opinión el psicoanalista Jorge Bruce.

Si bien dentro de nuestro radio de acción nos podemos topar con algunos franeleros y se haga chacota de ellos, su presencia es perniciosa para las gestiones en general, y peor aún si están en puestos de poder. El adulón no piensa nunca en el bienestar común ni en hacer notar a sus directores o jefes a cargo, cuando se equivocan. Es más, el adulón los alentará con frases como ‘gran trabajo mi director/gobernador’, o ‘vamos por más’ mientras nos hundimos en la inutilidad. El adulón jamás verá errores en sus superiores, nunca manifestará una crítica, así vea que se está obrando mal. Este personaje tratará de durar y disfrutar las mieles del poder hasta donde su indignidad servil le permita. Su horizonte de vida profesional no será hasta donde su esfuerzo lo lleve, sino hasta donde su servilismo le permita. Rogará al cielo para que sus superiores sean tan mediocres como él, y pueda verse como un funcionario “eficaz”. El adulón sobrevive de esa forma rastrera, sin importarle su dignidad como persona. Pero cuando cambien las gestiones, será el peor enemigo y detractor de aquellos que le dieron una oportunidad.

¿Podrá ser un buen profesional este tipo de persona? ¿Podrá ser una persona confiable una persona así? ¿Una gestión pública podrá ser eficaz con este tipo de elementos? La respuesta resulta bastante obvia.

Debemos erradicar esta práctica denigrante desde todos los ámbitos de las instituciones públicas, ya que esta dificulta los logros de una gestión. El verdadero beneficiario — debemos llamarlos socios– de las instituciones públicas debe ser el ciudadano común: desde el gran exportador hasta el último productor de la agricultura familiar; desde la empresa grande y formal hasta la señora que tiene su bodeguita en una zona rural lo agradecerán. (Comunicando Bosque y Cultura).

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