30.5 C
Tarapoto
miércoles, mayo 14, 2025
spot_img

La música es una de las más apasionantes disciplinas artísticas a las que puede dedicarse el ser humano

Don Balta, el músico sin partitura (I)

Por:  Beto Cabrera Marina

“La música es el arte más directo, entra por el oído y va al corazón… Es la lengua universal de la humanidad” Astor Piazzolla

Como todos los meses de junio, la selva se viste de fiesta, es San Juan, es mes de pandillas, del rey de la cocina “el señor juane” cada quien, a su sabor, su gusto y antojo…. «La misteriosa esencia de la fiesta sanjuanera, de su lenguaje su reconfortante perfume, de su eco sonoro es la música, el himno de la fiesta Sanjuanera “La Pandilla”

Al paso de los años múltiples han sido las aproximaciones, estudios y reflexiones, innumerables causas que han llevado a un sinfín de importantes personalidades de nuestra historia a reflexionar acerca de ella, pero existe un personaje que es el eje principal de esta reflexión, Don Baltazar Ruiz, en este relato no pretendo tener la verdad pura, por el contrario, acrecentar nuestro pasado, su presente y maravilloso legado para el arte, la música y la tradición de nuestros pueblos, como lo dijo nuestro insigne poeta César Vallejo: “Todo arte y voz genial viene del pueblo y va hacia él”

Fruto de esas ideas he resuelto hacer estas reflexiones de nuestro entorno, volviendo a la mirada de niño- adolescente en Moyobamba de los años 70 y parte de los 80, entorno a parte de la vida y su afición por el legado de un personaje:

El creador de La Pandilla “Doña Guillermina” 

La música debe ser compuesta con el oído, con el sentimiento y el instinto, no con reglas. Samuel Butler 

Conocí a don Baltazar Ruiz, cuando vivía en la cuadra 11 de Jirón Alonso de Alvarado, -calle principal de Moyobamba- era la calle del fulbito, del “cachaco ladrón”, la calle de la píldora de arroz, la calle de los atardeceres de ensueño con su morro Calzada al fondo como un fiel guardián, la cecina el chorizo, la calle de los más bellos atardeceres, con olor a café molido, espacio donde se vivíamos los años de maravillosos de nuestras vida, a la compañía de personajes inolvidables como don Francisco Diaz, que al atardecer entonaba su acordeón en la huerta, de doña Estelita Pizarro y su deliciosa cecina, chorizo, relleno, hecho en casa, era la cuadra “Shesha Macarión” de “Pancho Piladora”, de doña Roshita y sus seductores dulces, de doña Andrea y sus delicios tamales, y la dulzura y ternura de la Tía Rosita Hidalgo, con su infaltable “arroz baleado” acompañado de su plátano asado al carbón, las cañabravas de Pedrito Rengifo, con su infaltable “campeón y la tiernecita”; luego años más tarde, allá por los noventas ser bautizada como la calle de “los ropocas”, en esa cuadra de personajes inolvidables e inconfundibles estaba la casa de la familia de Don Baltazar Ruíz, el personaje de la crónica.

El mercado, el lugar común de la ciudad

A fines de los 70 inicios de los 80, me encontré con Don Baltazar en el mercado de la ciudad, un solo mercado donde todo el pueblo llegaba, el punto de encuentro de casi todos y todas, el lugar común del policía, de maestro, del agricultor y mujer de campo, de la vendedora de pan, del café molido, de los tamalitos las humitas y de nuestras queridas jugueras.

Moyobamba, era una ciudad pequeña, donde casi todas las familias de los cuatro barrios y sectores nos conocíamos, era vivir en comunidad, de los domingos de faena, de los trabajos comunitarios; una particularidad de las tantas, aquel tiempo por ejemplo teníamos que hacer cola para comprar carne de res, la carne de res era escasa, se sacrificaban 3 a cuatro vacunos y casi era un privilegio de algunos hogares alimentarse con carne de res, mis hermanas comentan que mis padres les hacían madrugar para lograr comprar carne, por la tarde era el otro turno, a dónde tuve el privilegio de ser parte, lo hacíamos casi como algo llano y sencillo como un juego, en aquellos años teníamos clases en la escuela y en el colegio en dos turnos de 8am a 12m y de 3pm a 5pm de lunes a viernes, en ese espacio del mediodía luego del almuerzo algunas veces tocaba hacer cola para comprar la bendita carne de res bajo la mirada vigilante del Boluarte el Policía Municipal más conocido y respetado de la época.

En la cola, para comprar carne

Es en ese interín de la cola que al llegar al puesto donde expedían la carne me tope con el personaje que conocía como mi vecino, Don Balta, hombre de ojos claros, mirada aguda y voz ronca, que en primera me pregunto ¿Cuánto va a ser Cabrerita? a los que me remití a contestar tímidamente: un kilo señor, en aquel trato no conocía, lo que es pedir bistec, pierna, cadera o lomo, simplemente era corte único, con más hueso que carne, nada más y punto, ya en casa te las arreglabas con tus padres.

Don Baltazar  atrapando “ganado chucaro”

Al paso de los años conocí a don Balta como el hombre experto atrapando al ganado más chúcaro, en el terreno que tenía mi señor padre, conocido como “La tina” lugar de encanto, las quebradas de Azungue e Indañe  de aguas limpias, era el lugar para el baño más gratificante, si ese lugar mis abuelos le bautizaron como “La Tina” y generación tras generación así lo conocimos, pasamos y gozamos nuestra niñez y adolescencia, mi padre ya algo mayor, se daba tiempo para enseñar en la escuela y gozar de su afición por a la ganadería.

Era un sábado en el desayuno que mi padre nos participó que iba a  ha vender uno de los toros por ser muy huraño y poco domesticable, resulta que el comprador era don Balta, apareció en el pasto de toro urco a media mañana, con su caminar precedido a Chaplin y con sus sogas entre los brazos, semblante colorado marcado por los surcos de la vida, pregunto a si mi padre, profesor ¿Cuál de ellos es? Basto la señal y recuerdo a don Balta, fijar la mirada en el torete, ajustó el lazo con la soga que llevaba entre los brazos se fue acercando sigilosamente, enfilo puntería y en un solo lance tenía al toro atrapado de los cuernos, pero aun así ponía resistencia más aún al sentirse atrapado, a fuerza bruta del animal que se resistía mientras la voz ronca de su cazador jadeaba, ¡¡¡Cálmate chico!!! ¡¡¡Cálmate que ya fuiste!!!  (Continuará:  Balta “el compañero”, el bohemio, el músico, el ser humano)

Artículos relacionados

Mantente conectado

34,628FansMe gusta
442SeguidoresSeguir
1,851SeguidoresSeguir

ÚLTIMOS ARTÍCULOS