Por Willian Gallegos Arévalo
Nunca me imaginé que cierta tarde, al retornar de la ciudad de Lamas, tendría un encuentro singular con una amiga, todavía bastante joven, con quien conversaría en nuestro lenguaje natural, tan lleno de espontaneidad, gracejo y enjundia al mismo tiempo. Como escribiría Neder Hidalgo Sánchez, en su libro “Voces de Sacharunas”: es necesario recuperar ese lenguaje simplón de cómo hablábamos antes y poco, o casi nada, en estos tiempos. Hablar dentro de nuestro modo tan querendón y natural es volver a ser nosotros mismos, digo.
Aquella tarde, a la altura de mi huihuano sentí un leve dolor que se extendió hacia mi rabadilla que, por un momento, me dejo casi huairauma. En ese mismo momento pasó cerca de mí un patita que tiene fama de embeleco y chambón e hizo una observación: “Medio umpuruyado te veo, ullcumasi”. Me encontraba a la altura de la cuadra ocho del jirón Bolognesi, en el sector de La Hoyada, donde viven los tarapotinos más simplones de toda la Amazonia. La mezcla de mejunjes que bebí en Lamas posiblemente me estaba haciendo efecto, a pesar de “El taladro humano” que servían en “El abuelo Felipe”, local al que disimuladamente llegaban ciertos amigos tarapotinos para recuperar la moral venida a menos. Este mejunje, dicen, es más efectivo que el svss, o sea, siete veces sin sacar.
Mi visita a La Hoyada obedecía al propósito de conversar ciertos temas con mi amiga Floripes, conocida como la pihspira del barrio. Debo decir que esta cualidad o carácter de una dama es universal y se da en Siberia, como en Pinshapampa. En mi concepto, una pishpira es una mujer alegre, fregona, simplona, risueña, dicharachera y con un lenguaje que usa mucho el doble sentido, pero sin malas intenciones. Es una dama honorable, aunque en nuestra región al término le dan otras connotaciones y que usan los cucufatos de toda clase, siendo una de ellas que serían shicshirrabos. A una dama pishpira la encontramos en todos los niveles sociales, y son el encanto de todos. No hay mujer más universal y linda que una pishpira.
Pero existe un prejuicio tremendo en entender ciertas manifestaciones o expresiones femeninas de las selváticas. Entonces vienen los malentendidos de los incautos que creen interpretar ciertas señales provocativas en ese gracejo especial, que no son sino resultado de ese vocabulario exultante y amigable y que pareciera expresar todo el amor del mundo. No es como piensan muchos, y es una creencia que ha cundido. Y es cuando muchos terminan pateando quiruma. Pero íbamos a hablar de mi amiga pishpira.
Floripes –una veinteañera como se pide chumbeque–, tiene los atributos físicos y sensuales que buscamos, y cualquiera que la vea no deja de tragar su saliva, que no es sino el signo de un deseo imposible. Reúne las características de una mujer perfecta: muy guapa, muy femenina, brazos de maquisapa, cinturita de huairanga, jeta bien diseñada, una naricita de pucasinga, cabellos largos y sueltos y unas changas perfectas como que hubieran sido moldeadas por un carpintero chazutino. Al encontrarme esa tarde tarapotina me dijo: “¿Así que ustedes se creen ser unos grandes wiwaneros ancestrales, di? ¡Alahua ustedes! ¡Mentecatos nomás serían!”. (Comunicando Bosque y Cultura)