Por Willian Gallegos Arévalo
Escribo este artículo al recibir el sábado por la noche una llamada de Javier Shapiama Tuanama, ex alcalde del distrito de Chazuta, quien me preguntó sobre los atributos de la localidad de Chazuta para sustentarlo como la futura capital de la provincia del “Bajo Huallaga”, iniciativa que ha creado expectativas y que se ha tocado en el diario VOCES y las redes sociales. En realidad, me llené de terror y sorpresa. He leído que el distrito de Chazuta no estaría incluido en la futura configuración política, y es mejor que así sea. Además, las circunscripciones deben tener un sentido de continuidad territorial entre sí, y el distrito de Chazuta no lo tiene con los seis distritos que entrarían a conformar la nueva provincia como son Caynarachi y Barranquita (Lamas) y Huimbayoc, Chipurana, Papaplaya y Pelejo (San Martín). Pero, quizá, este no sea el argumento principal para respaldar mi posición y que, después de un largo dialogo, coincidimos con el profesor Javier Shapiama. Chazuta tiene otro destino histórico.
La nueva provincia que se gesta obedece a un supuesto “abandono” de las gestiones políticas superiores que han dejado casi en el ostracismo a la zona del Bajo Huallaga. Y su creación política debe ser mediante una ley. Conocemos ya las discusiones sobre la probable capital de la futura capital y donde cada uno de los pueblos dirán que tienen los méritos para serlo y no les faltará razón a todos ellos, que es parte del orgullo y la vanidad también. Recordemos nomás cuando se creó el departamento de San Martín, como nos ilustra Ricardo Cavero Egúsquiza y Saavedra, sobre las discusiones para definir la capital de departamento.
Es casi seguro que la nueva provincia, más que desarrollo traerá un crecimiento del vasto territorio en desmedro de la calidad de vida: ambiental y social. Al establecer un eje geopolítico nuevo se va a crear una dinámica burocrática y comercial bárbara que, a la postre, significará una devastación del territorio del Bajo Huallaga y el Caynarachi, como ya está terminándose de devastar el valle del Cumbaza. El desarrollo significa la prestación de servicios de calidad y esto es parte de la gestión pública eficiente. A propósito, sería interesante conocer qué fue de la Mancomunidad Municipal del Bajo Huallaga y el Caynarachi, después de años de haberse constituido.
¿Es necesario crear la nueva provincia del Bajo Huallaga o deben mejorarse los desempeños de las gestiones políticas y administrativas? Porque si los alcaldes no conocen ni siquiera la Ley Orgánica de Municipalidades, ¿cómo podrán gestionar sus municipios, aunque les entreguen millones y millones? Y algo más grave aún: los alcaldes jamás participan en los espacios de dialogo del Comité de Gestión Regional Agrario (CGRA) y he hecho lo imposible para que Walter Grundel Jiménez nos escuche.
Es casi seguro que va a crearse la nueva provincia del Bajo Huallaga. No soy nadie para oponerme. Sin embargo, debe nacer con su “pan bajo el brazo”. O sea, la ley de creación deberá prevenirse con cláusulas de protección ambiental para impedir el desastre ecológico, y que los alcaldes, por lo menos, lean sus leyes orgánicas. Esto sí sería revolucionario. Cheril, Karol y Lucinda: aquí tienen una idea. (Comunicando Bosque y Cultura).