Lamas, ahora más bella

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A mi retorno de la ciudad de Lamas, el sábado pasado, al llegar al punto de la carretera donde una inmensa gigantografía de la Cooperativa San Martín de Porres nos da la bienvenida, cuando me detengo a comprar piñas, no puedo dejar de expresar mi emoción y digo de manera impersonal: “Estoy maravillado, Lamas está más hermosa que nunca”, y es cuando recibo una respuesta: “Sí señor, y gracias a don Fernando del Castillo Tang, el mejor alcalde de toda la historia de Lamas”…Y después de lo visto, no pongo en duda ese sentimiento.

He visitado la Ciudad de los Tres Pisos como parte de mi plan personal de recorrer San Martín para recoger testimonios y vivencias de los pueblos, que no están registrados y que algunos años más serán historia. Y lo hago por decisión propia pues lo financio con mis magros ingresos de funcionario público pobre. Desde el mismo momento en que se sale de la troncal para enrumbar por la vía que nos lleva a la histórica ciudad, el verdor nos inunda y emociona, y tanto, que debemos agradecer a los lameños por esa carretera en donde los ciudadanos conservan intangible el paisaje…Aunque ya se está viendo el peligro….

Lamas es una ciudad subyugante. Su agreste topografía ha configurado una ciudad que tiene un encanto especial pero que corre el peligro de perderlo si las autoridades no institucionalizan una política urbanística acorde a su cultura, como el serio el peligro que representa un edificio construido en el jirón San Martín que rompe con la armonía del conjunto. El Jirón San Martín es la arteria, totalmente asfaltada, que como un nervio divide a la ciudad, desde su origen y siguiendo en dirección norte para subir la cuesta de Ancohuallo –un tramo no apto para ponguetes-, y en donde se ubican un sinfín de negocios que parecieran tener alma por el encanto y el calor con que nos atienden. Porque en los rostros que encuentro al recorrer la ciudad en mi vieja motocicleta encuentro cordialidad, entrega y bonhomía.

Lamas, de una rica historia, fue la primera ciudad propuesta como capital para el nuevo departamento de San Martín, cuando don Joaquín Capelo presentó su proyecto a comienzos del siglo pasado.

No es una expresión temeraria cuando digo que Lamas es la ciudad más bella del país: por su singularidad y porque ha definido una personalidad propia, pues sus expresiones costumbristas ya gozan de fama mundial. Aunque no me gusta la expresión, digo que en ella confluyen dos culturas, como los quechuas, ubicados en el barrio Wayku, cuyo amplio espacio puede observarse desde El Mirador; y los mestizos, que todavía conservan aquel estereotipo propio de las españoles, como los Saavedra, por ejemplo, probablemente de origen gallego, que se dispersaron por Cuñumbuqui y el valle del Sisa, con sus mujeres realmente bellas de las que era imposible no enamorarse. Mención aparte es el maravilloso e imponente Castillo, construido en el año 2006, una feliz iniciativa del ciudadano italiano Nicola Felice Aquilano, como me informaron.

Aquella mañana he departido con doña Zadith Reátegui Tuanama de Ruíz, la gerente del Alojamiento “JORALGI”. Ella, natural de San José de Sisa, no disimula su emoción cuando me dice que es prima hermana del Gobernador Regional y, como maestra que fue, me informa de su experiencia en la ciudad en donde radica desde hace casi cincuenta años. Por su memoria desfilan los nombres de las familias lameñas, que he registrado; de una ciudad que alguna vez tuvo su propio aeropuerto cuando su comercio rivalizaba con el de Tarapoto, hasta que llegó la carretera marginal. (Esta crónica continuará).

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