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miércoles, diciembre 11, 2024
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Las Chispitas del Pollo

Columna: Escenario político.
Nombre: Carlos Job
Correo: [email protected]
Analista Político.

“Las chispitas de hierro para los niños se la come el pollo” fue la frase que sentenció el buen Miguel mientras conversábamos en un snack del Jirón Alfonso Ugarte en Tarapoto. La frase me dejó totalmente pensativo, pero abrió el hilo narrativo de esta historia que trata sobre anemia, niños, chispitas y algunos buenos pollos con alta concentración en hierro, por lo que pudiera pronosticar.

Y es justamente que el índice de anemia, por poner el ejemplo en el departamento de San Martín, es de 41.9% según el reporte del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social.

Esto quiere decir que aproximadamente 5 de cada 10 niños entre los 6 a 35 meses sufren este problema emblemático. Por situarnos en la región de San Martín debemos afirmar que este indicador está por encima del 38.8%, cifra que representa al promedio nacional.

Entonces, dentro de la estrategia para luchar contra la anemia uno de las acciones es justamente distribuir las famosas chispitas de hierro, las mismas que no son más que micronutrientes a manera de suplementos nutritivos que contienen pequeñas cantidades de hierro (prevención de la anemia), zinc (para la mejora de las defensas y reconstrucción de los tejidos), vitamina A (mejorará las defensas y buena visión), vitamina C (que mejora la absorción del Hierro y para la construcción de los tejidos) y ácido fólico.

Con el estilo que le caracteriza y apelando a un sarcasmo pulcro me comenta que dentro de su experiencia encontró familias que reciben las chispitas, pero sirven para alimentar a los pollos o gallinas.

Dentro de su relato profundiza, más, sobre sus hallazgos y me comenta que con las chispitas engordan a estas aves para luego convertirlas en suculentos caldos o aceitadas frituras.

¿Al final si los animales se comen los nutrientes y nosotros nos comemos a los animales no es al acaso el mismo efecto? Lanza la pregunta que le hicieron mientras recogía estas historias de la gente.

Estoy seguro que esta pequeña historia nos va a traer muchas reflexiones a la cabeza. Partiríamos de la creencia de que comerse al animal es comerse hierro acumulado por grandes montones, cosa que no es así, se conoce del periodo o ciclo de digestión de los animales y que absorben los nutrientes, otras se acumulan en reservas. Además, no es lo mismo comerse un caldo de gallina cada 15 días que aplicarse los suplementos todos los días durante 15 días.

Otra reflexión, parte del seguimiento y monitoreo de la aplicación de las dosis, no solo es llevarla y dejarla en casa, a discrecionalidad de algún miembro de la familia. Esta pequeña y reflexiva historia de un pollo puede tranquilamente abrir una serie de debates y una reorientación sobre la estrategia para luchar contra la anemia.

Existen experiencias exitosas en muchos territorios, donde el trabajo articulado, la focalización, el seguimiento y el aprendizaje de la implementación del proceso propiamente dicho van cobrando vida mientras la sociedad va avanzando y creciendo, ya sea, en el campo o en la ciudad.

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