No les perdono

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Es cuando la desgracia toca tu puerta que conoces el sabor de las lágrimas de frustración e impotencia.

Es cuando la huesuda mano de la muerte te arrebata a uno a quien quieres mucho que recién cobra sentido el “sé lo que estas sintiendo”. La experiencia trágica, ese choque contra el pavimento de la realidad es la que marca la diferencia entre un hombre calmado, dueño de sí mismo y uno desesperado, atribulado, que ha perdido las ganas hasta de sonreír; es el sufrimiento real, físico incluso el que logra hacer de un hombre pacífico un hombre violento, uno que activa su intuitivo sentido de defensa, de reacción frente a la amenaza. La prudencia bien puede servirnos para la mayoría de las situaciones de la vida, pero creo que es a nuestro sentido de supervivencia intrínsecamente ligada a una búsqueda de justicia, de reivindicación al que debemos el estar todavía en pie.

La delincuencia se ha metido con lo más sagrado que tiene un país: sus niños, su escuela, su educación. El cáncer delincuencial está tan avanzado que no ha dudado en infectar a los niños y adolescentes que hoy han cambiado juguetes por armas, risas por amenazas, echando su vida al tacho de basura y lo peor, no importándoles nada, ni las lágrimas de su madre, ni las súplicas de los suyos para que cambien. El dinero ha corrompido las almas de los hombres, los ha trastornado y es por eso que estamos asistiendo a un escenario macabro donde las escuelas son asediadas por delincuentes, donde maestros y directores son extorsionados, amenazados, asesinados incluso. Se han metido con el tesoro de mi país, y eso no se los perdono.

Y siendo arriesgados, que de eso se trata muchas veces, por qué no desear que hayan por ahí algunos discípulos de Robin Hood, que asalten y roben a los ricos y lo robado se lo repartan entre los pobres. ¿Qué un pobre robe a otro pobre? Hermano de clase, de origen, de experiencia: Es imperdonable. No aplaudo el delito, NO; pero entre afectar a uno que está haciendo su mejor esfuerzo para salir adelante en esta sociedad y afectar a un rico que tiene más dinero del que pueda gastar en cinco o diez vidas prefiero lo segundo. Si quitas el pan de la mesa a un pobre eres un miserable que merece no haber nacido. Si quitas un pan de la mesa de un rico y lo repartes con tus hermanos de pobreza, entonces él rico se comprará otra bolsa de pan.

¿Hasta cuándo esta ola in crescendo de violencia, delincuencia, corrupción y muerte? Algo tendremos qué hacer y ese algo no es llenar nuestras cárceles, exceder hasta lo máximo posible la capacidad de las cárceles de nuestro país no es una solución. Más aun sabiendo que es en la cárcel donde los delincuentes perfeccionan sus habilidades delictivas, lejos están las cárceles de reformar y rescatar al hombre que no quiere reformarse, que le gusta revolcarse en el fango de la corrupción, ése que ha perdido todo vestigio de humanidad y dignidad, ése que gusta de las sombras y se siente a gusto en él. Para ellos, para los casos perdidos, los reincidentes, los desalmados (des- almados, sin alma) bien podrá considerarse, y muy en serio lo pienso, LA MUTILACIÓN de una mano para los ladrones y homicidas que enlutan familias y destruyen vidas, proyectos, sueños.

La MUTILACIÓN aparece como un recurso de defensa legítimo de una sociedad hastiada de esta situación inviable donde se mata hasta por unos cuantos soles. Con un centenar de casos de éstos bastante convencido estoy que a los delincuentes se les irán las ganas de seguir cometiendo sus fechorías. La vida es sagrada, lo creo profundamente, por ello es que propongo la MUTILACIÓN de una mano y NO la pena de muerte. Algo hay que hacer y alguien tiene que hacerlo si no la policía será la sociedad civil, pero esto no da para más.

Se han metido con el tesoro de mi país, y eso no se los perdono.

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