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jueves, diciembre 5, 2024
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Del lujo y sus necesidades

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De los recientes acontecimientos de nuestra vida política, hay un aspecto que llama especialmente mi atención. Hace poco se publicaron reportajes acerca de la serie de lujos en cuanto a ropa, joyas y otras excentricidades que posiblemente la Primera Dama satisfacía con dinero no del todo lícito. Este hecho es un factor común en hombres y mujeres de poder, la necesidad de obtener objetos cuyo valor es exorbitante por los materiales que emplean o por las personas que los diseñan. Muchas veces el precio de satisfacer estos deseos se paga con cárcel ¿Por qué?, tiene lógica perder la libertad por una blusa o camisa de tal o cual marca, por un reloj que brilla más o menos. ¿Qué motivaciones profundas satisface el darse esta clase de lujos? Para resolver esta duda tendríamos que revisar el proceso histórico de la creación de estos deseos. En la época donde el poder y la riqueza era administrada por reyes y existía el sistema de nobleza, la ropa de telas finas y las joyas eran fabricadas exclusivamente para esta clase de personas, esto les permitía también diferenciase de otras clases sociales las cuales no tenía manera de acceder a estos lujos. Es importante entender que en ese tiempo se consideraba que las personas de ciertas familias eran especiales y merecedoras de derechos que otros tipos de personas no podían tener.

Fue en ese entonces que comenzó a relacionarse la forma de vestir con la “calidad” de los individuos que la usaban. Con el pasar del tiempo y las reformas políticas comenzó a ascender una nueva clase social compuesta en su mayoría de comerciantes, conocida como burguesía, esta clase social no pertenecía a familia de nobles y sin embargo poseía grandes cantidades de dinero lo que le permitía comprar los mismo lujos que estos e incluso “títulos de nobleza” con los que su familia era reconocida hasta cierto punto como “especial”. Es entonces cuando se reafirma la idea de que la forma de vestir y la capacidad de comprar estos objetos te permitía convertirte en una persona de “mayor calidad”, y para obtenerlo era necesaria la acumulación de dinero. Hasta aquí encontramos que la forma de vestir responde a dos grupos de necesidades conocidas cómo afiliación y reconocimiento, en el primer caso porque al ser personas “superiores”, suponemos que somos más queridos y parte de un grupo, en el segundo porque nos sentimos parte de un grupo selecto y especial que puede hacer algo que el otro grupo no hace, haciéndonos sentir respetados. El teórico Abraham Maslow, señala que estas dos necesidades están en el tercer y cuarto lugar de una pirámide de 5 escalones donde la cumbre es la necesidad de autorealizarce, etapa donde se encuentra la moralidad, creatividad, espontaneidad, entre otros. Maslow indicaba también que para ascender en el logro de necesidades uno debe satisfacer las etapas previas y que una vez alcanzado un nivel mayor de satisfacción las etapas antes superadas comienzan a perder protagonismo en nuestra vida psíquica. En ese sentido la gente centrada en la obtención de objetos estaría en un constante esfuerzo sin éxito de obtener reconocimiento y afiliación ¿por qué sin éxito? porque no llega a ningún estado de equilibrio siempre buscaran comprar más y más, entonces ¿dónde está la clave?. La respuesta está en las relaciones vinculares, es decir en la familia, ya sea al disfrutar y emplear tiempo en ser hijo o hija, padre o madre, abuelo u abuela, novio o novia. Y también en los vínculos de amistad sincera y sana. Estos dos aspectos permiten que nos sintamos queridos y parte de un entorno especial, único. Con esto es más fácil avanzar a alcanzar estados de vida donde nos preocupemos por el autodescubrimiento y el mantenimiento del bienestar y no estemos desesperados diseñando estrategias legales o ilegales para acumular más dinero y comprar más cosas. Aunque empecé este artículo tomando de ejemplo el caso más sonado de los medios actuales considero que se repite en el común denominador de la sociedad. Ya lo dice una frase fundamental de la recomendable película “El club de la Pelea”: “…tenemos empleos que odiamos para comprar mier… que no necesitamos”.

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