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sábado, mayo 31, 2025
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Del machismo y otros demonios

DIANA REFLEXIONA SOBRE SITUACIONES DEL DÍA A DÍA

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Para que tomemos en cuenta todos los que somos padres y a veces, los hombres lo olvidamos…

Por: Diana Carrero Altamirano
Hasta cuándo bajo la sombra del machismo y debido a la influencia cultural, la falta de costumbre se tratará de disfrazar de incapacidad en algunos varones que no desean colaborar y compartir labores domésticas y crianza delos hijos con las mujeres que han elegido para convivir.
Nunca vi a mi padre freír un huevo, ni hervir agua, ni recoger su plato y menos lavarlo. Tampoco lavó jamás un calzoncillo suyo.

No por falta de tiempo ni por cansancio sino porque para él esa era una labor destinada a la mujer, es decir, a mi madre o a la empleada doméstica. Lo que si me cuentan es que mi padre lavaba los pañales (de tela en la época en que yo era bebé) para ayudar a mi madre con la higiene en la crianza de sus hijos. Una vez que ya no usábamos pañales terminó también esa buena costumbre.
Como ejemplo de la asignación de roles que se suele hacer en la mayoría de las familias tarapotinas y seguramente también en la mayoría de las familias del Perú, relataré algo que escuché hace poco sobre este asunto.
El otro día paseando con mi hijo de un año y cuatro meses por el parque Suchiche, cruzamos una abuelita, no muy mayor, con su nieta de dos años, quien montaba una bicicleta mientras la abuelita la empujaba. La niña vio a mi hijo y al carrito de juguete que éste sostenía en la mano, bajó de su bicicleta y se aproximó a él con la intención de cogerlo. Mi hijo reaccionó y trató de evitar que la niña cogiera el juguete al mismo tiempo que soltó un quejido poco amistoso.
La abuela intentó consolar a su nieta diciendo: “No, mamita, dé-jale al bebito, el carrito es para varoncitos, para las niñas como tu son las muñequitas”. Me quedé atónita, recordando que mi hijo tiene una muñeca, de esas que parecen bebés. Y además tiene un juego de tacitas, ollitas y platitos. Qué diría esta señora si supiera esto. Pobre niña, pensé, desde los dos años ya tiene su futuro de “mujer” bien establecido por la abuelita y seguramente por sus padres también, los autos no son para ella, ni que se le ocurra sacar permiso para conducir un día.
No me considero para nada feminista, simplemente creo que una sociedad en la que se puedan compartir los roles entre varones y mujeres es sin duda una sociedad más saludable. Según las investigaciones en psicología, los hijos criados con un modelo equitativo de roles entre los padres (ambos padres suelen cocinar, cambiar los pañales, salir individualmente a pasear con sus hijos, limpiar la casa, salir a divertirse con amigos sin la pareja, trabajar, etc.) suelen vivir una adolescencia menos conflictiva, y un paso a la adultez con principios que les permiten desarrollarse más sanos emocionalmente y ser más asertivos socialmente.
Su vida de pareja es también más satisfactoria y son personas que se desempeñan mejor en los diferentes contextos culturales, es decir, se adaptan mucho mejor a los cambios de la vida.
Conversando con un profesional en el tema, preguntaba cómo una persona educada dentro de un modelo machista familiar y social podría corregir este aspecto o cambiarlo, si es algo que pare de estar enraizado en la personalidad y si no se ha sido testigo de otro modelo, no se tiene práctica, no se sabe cómo actuar y sentir de otra manera. Me explicó que es una cuestión de primero, tener consciencia de cuán enraizado está este modelo en uno mismo y de las fallas que implica esta manera de vivir, mejor dicho, de las desventajas a nivel emocional y social que conlleva actuar y sentir de manera machista o feminista.
Y luego, pues poner en práctica y agarrarle gusto a compartir y realizar la variedad de tareas de las que somos capaces, es decir, que se nos haga costumbre, más allá del tiempo y del cansancio.
Siendo madre me di cuenta que no existe a mi parecer trabajo más desgastante que el criara un hijo. Un bebé te confronta frecuentemente a muchas frustraciones, además de una rutina sin descanso y el peso de la responsabilidad que implica cuidara otro ser humano al que amas como a nadie.

Si a esto le agregas, el desbalance hormonal del post parto, la soledad en la crianza (familia y amigos se alejan), la falta de trabajo y de producción intelectual o artística, y la visión social machista, hay que agarrarse bien para no morir en el intento de ser una buena madre. Muy aparte de mi experiencia personal como madre y mujer considero preocupante que la sociedad peruana haya agarrado gusto a las costumbres machistas, no se trata de pegar el grito en el cielo cuando un varón golpea a una mujer, se trata de lavar la ropa sucia en
casa y en la intimidad del hogar con todo el amor con el que se hace el amor con la pareja, mirarse y mirar al otro con respeto y consideración, limpiar el excremento que todos tenemos dentro y que nos la han enseñado y hacer surgir la inteligencia y coherencia en nuestros comportamientos como seres humanos, nuestros hijos nos lo agradecerán. Y esto va para varones y mujeres.

 

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