El Ministerio de Educación ha vuelta a retroceder una vez en sus políticas educativas erróneas, en este caso en cuanto al sistema de calificación en la EBR, donde se venía calificando en el nivel secundaria con la nota vigesimal, es decir, de cero a veinte en forma numérica. Se quiso trastocar esto para pasar a la calificación en base a letras, como lo viene haciendo por buen tiempo el nivel primario.
No obstante este retroceso no es de una manera total, pues en el primer año del nivel secundario se quiere ensayar esta forma de calificación en base a letras, como se pretendió hacer en todos los grados del nivel secundaria. Todos los maestros que están inmersos en este trabajo de calificación, levantaron más de una posición crítica contra esta modalidad errónea de parte del Ministerio de Educación de querer emprender “cambios” superficiales y externos que no apunta en absoluto ninguna mejora en lo que al aprendizaje académico del estudiante, en vez de… –se piensa razonablemente-, que el Ministerio de Educación se preocupe por los aspectos radicales de fondo como por ejemplo, que se tome como reforma del Estado que cada alumno(a) reciba en todos los colegios estatales, minerales vitamínicos que refuercen su poca o nula alimentación que reciben en casa.
Conocido es la cantidad de alumnos(as) que se desmayan en horas de formación, peor si es a medio día en medio de un sol abrasador y candente, que se caen al suelo como frágiles ramitas, dejándose ver el semblante pálido y blanquecino, producto precisamente de una alimentación precaria, dibujándose con esto una realidad dentro de una sociedad que viene sufriendo limitaciones de todo tipo y restricciones económicas al extremo, añadiéndose a esto niños que asisten a los centros educativos sin el amparo de sus padres que deben estar en compañía de ellos o ellas.
Para el Ministerio de Educación esta realidad paupérrima de nuestros niños no cuenta o no tiene importancia, porque se siente ajeno, a pesar de ser una institución que debe velar por una formación estructural del estudiante, mirando siempre su estado fisiológico, biológico y emotivo del alumno(a), y no centrarse en situaciones exógenas y totalmente ajenas a su formación.
¿En qué podría haberla beneficiado al estudiante una calificación cambiando del sistema numérico al sistema a base de letras? ¿Qué actitudes positivas se hubieran logrado lo que se consigue con el sistema de calificación numérica? ¿Qué de bueno podría haber tenido esta calificación con letras que no particulariza lo negativo o positivo del estudiante, como así de una manera concreta lo hace el sistema de calificación numérica?
El Ministerio de Educación como toda la estructura laboral del país necesita de verdad grandes reformas de fondo, no paliativos, ni mucho menos “cambios” externos que no responden a ninguna necesidad del estudiante, y que no responden también a ninguna demanda de necesidad pedagógica, formativa y económica de los docentes.
Cuántas veces también los maestros lo vienen exigiendo que se mejore su nivel económico, que se haga una reforma total de su nivel remunerativo, que se crea precedente que su trabajo pedagógico no es solamente el sacrificio al cien por ciento sin recompensa. La gran recompensa no son los superficiales “cambios” externos que se pretendía hacer con las notas de calificación en base a letras; la gran recompensa no son los miserables aumentos de sueldo para los maestros que se anunció con “bombos y platillos” para este año: gran aumento de 200 soles, repartido en dos partes.
Una verdadera reforma que debemos tener en educación y en todo el aparato social y laboral del país, es cuando empecemos a tener una nueva Constitución libre de todo régimen neoliberal, capitalista y humillante de las grandes financieras del mundo que son los que dictaminan las normativas legales y jurídicas del país, y lo más ridículo, son los que determinan el régimen de pago económico de cada trabajador de este país.
Seremos un país libre, recién con una Constitución libre, que no esté sujeto a ningún trato monopólico y oligopólico, es decir, una Constitución donde el ciudadano sea la razón de ser, donde el estudiante sea la motivación de las cosas, y donde el maestro y cualquier otro profesional, sean dignos de su trabajo y vivan dignos de su salario.