En la Biblia hay un pasaje al que se le conoce como el “Elogio de la mujer virtuosa”. Usted puede leerlo en el capítulo 6 del libro de Proverbios, y notará que el primer elogio está en forma de pregunta: “Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas.” Contar con una mujer llena de virtudes no tiene precio, es valiosísima para su esposo y sus hijos. En realidad una madre así, es sumamente valiosa para la sociedad.
Los versículos de dicho capítulo detallan – según las costumbres y roles de la época – a una mujer que se caracteriza porque a su marido “le da bien y no mal, todos los días de su vida”; y en la cual él confía plenamente.
Es una mujer trabajadora, dedicada a su familia, apoya a la economía de la casas, busca lo mejor, “teje, hace telas, tapices”, y hasta invierte; cuida de la alimentación de los suyos y es previsora, anticipándose a los tiempos difíciles con seguridad y confianza. Se cansa, claro, pero “ciñe de fuerzas sus lomos”, se reviste de ánimo para trabajar sobreponiéndose al agotamiento. No siempre se puede descansar.
También es una mujer generosa, piensa en los demás, en los que necesitan ayuda, comparte lo que tiene; sea víveres, dinero, atención o consejo. Su amor por los demás y su bondad se hacen notorias fuera de casa.
“Abre su boca con sabiduría”, cuando habla no desperdicia sus palabras en vanas discusiones, insultos o chismes, sino por el contrario, sus palabras son de edificación y solución. Ella comparte su conocimiento y experiencia dando buenos consejos a sus amigas, su marido y sus hijos a quienes instruye y corrige con amor. Es una mujer prudente.
“Sus hijos la llaman bienaventurada, y su marido también la alaba.” Le dicen: “Muchas mujeres hicieron el bien; mas tú sobrepasas a todas.” En nuestros tiempos, un hijo agradecido le diría “te pasaste mamá, ¡eres lo máximo! Y un esposo inteligente le susurraría al oído para decirle: “Mi amor, eres única; gracias por ser como eres.” Unas palabras, un regalo, gratitud, respeto y consideración; no se ganó los elogios sólo por ser mamá, sino por ser una mamá con muchas virtudes.
Hoy muchas mamás se preocupan por permanecer bellas en su apariencia, y no se preocupan por su belleza interna; así, los elogios un día se acabarán, porque “engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Dios, ésa será alabada.”
Obedecer a Dios es el secreto de la belleza interior. Y esa es la manera por la que una mujer y madre recibirá alabanzas y elogios por siempre. La hermosura se desvanece, las arrugas aparecen y la vitalidad se va; pero la mujer que invierte en su ser interior obedeciendo a Dios, forma su carácter, lo mejora, fortalece sus virtudes y siempre será bella. Aún en la vejez su personalidad será radiante.
Una madre que reverencia a Dios, se esmera en conocerle y depender de él; se agarra de sus promesas y enfrenta las dificultades de la vida con las fuerzas que Dios le da. Es prudente y sabia porque aprendió de Dios, su paz es evidente en su ser, y lo comparte. Su bondad y generosidad no puede contenerse y desborda para los que le rodean. Una mamá así, nunca dejará de recibir elogios, y tendrá la aprobación de Dios.
Feliz día mamá. Y que Dios continúe haciendo de ti, una mujer virtuosa.
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