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Una mañana tarapotina de setiembre 2015

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Salí a dar unas vueltas por la ciudad para ver si conseguía algo en esa mañana calurosa de setiembre, después de las fiestas de aniversario de Tarapoto, cuando encontré personas que expresaban su gratitud al alcalde Walter Grundel Jiménez por esas noches de espectáculos en el estadio municipal que nunca se habían presentado en la ciudad. No tengo vocación de sobón, menos el de adulón, pero la gente ha estado contenta después de todo. Y no lo digo como señuelo para que los asesores de Grundel le digan sobre qué contentos están los tarapotinos por las calles que se pavimentan, pero que se hacen sin tener una política de arborización, como creemos.

Pero lo que sí pareciera ser cierto es que en la Municipalidad no se tiene una visión de ciudad. He conversado con algunos regidores pero que con una habilidad de buenos políticos esquivan el tema de que Tarapoto ya necesita contar con un gran parque central, y casi hemos perdido el local de la Feria Municipal por una errada decisión municipal. Y es el momento cuando sentimos que en la ciudad, con este calor que arrecia, los ciudadanos no disponen de áreas verdes como espacios públicos para esos encuentros democráticos.

Mientras trato de realizar unas diligencias citadinas me encuentro con Francisco “Paco” Rivero Amasifuén, conocido, respetado y bien enterado periodista y hacemos unos planes, que son como pretender hacer una revolución. Trazamos rutas, señalamos fechas y todo lo que un proyecto periodístico necesita como esquema mínimo, y nos enfrascamos con emoción en el tema, olvidándonos de otros asuntos y tanto que ya parecemos alcalde o regidores que no quisieran abordar los verdaderos problemas de la ciudad.

Me despido de Paco y pasa por mi lado una persona con la que siempre quise conversar. Después de más de cuarenta años él no se acordaba de mí, y yo le recuerdo y le digo que quería agradecerle porque cierto domingo de febrero de 1969, él había pagado todo el consumo de las cervezas que tomamos. Y le digo que cualquier día que nos encontremos yo voy a ser el del gasto. “No se preocupe, amigo, ahora ya no tomo, pues soy cristiano”, dice. Unos minutos después pasa otro amigo, que fuera dirigente político allá por los años 2000 y 2001, y le pregunto si seguirá votando por Toledo, y me contesta “Ya no, licenciado; ya me he curado de esas vainas; en la política nos cojudean y solo los pendejos se llevan los cargos públicos, por eso he dejado la política y ahora soy cristiano”. Mi primer interlocutor sonríe y me dice que, efectivamente, ahora el ex dirigente, que, coincidentemente, es su vecino, es un gran devoto y hermano de la religión, ya no de la política.

Los dos amigos se alejan y otros conocidos llegan cuando desde la acera del negocio de Juan Pablo Mori un conocido periodista, cuya autoestima es más alta que las cimas del Huascarán, el Aconcagua y el Everest, juntas, saluda con displicencia y actitud distante, como si quisiera decir que nos está haciendo un favor. Y alguien del grupo dice: Ni que fuera doctor. El periodista sigue de largo hacia la farmacia Inkafarma y va saludando a la gente con esa indolencia como si los demás seres casi no existieran.

En esta mañana tarapotina vuelvo a soñar en un parque central y en un campo ferial. Pero ni el alcalde, menos los regidores, peor los funcionarios, dicen algo. Y comienzo a sospechar que hay asesores y funcionarios que le están ocultando el tema a mi buen alcalde. ¨Porque el alcalde es ´un hombre de hechos y no de palabras´, pues las gestiones funcionan dependiendo de la calidad de gente con que cuentan, sobre todo gerentes… Que lo diga nomás el doctor.

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