Nos dejó en este breve tránsito el autor de literatura infantil para niños y adultos. En realidad no se ha perdido a un amigo, a un poeta; si no sólo una presencia física. Abrimos y recorremos las páginas de sus libros y allí está su hálito espiritual contagiándonos con su vibra y su alegría, su fe y confianza en lo más humano de los valores como es la amistad, la ternura y el amor junto al viento y al verde de la vida, atrapados en una imagen, una metáfora, una canción. Vino trayéndonos historias a ésta, como dice Walt Witman “cuna –la tierra– que se mece eternamente”. Y ahora regresa a casa dejándonos estos versos.
CUANDO SEAS HOMBRE
Hijo
Cuando tengas el don de raciocinio
y sepas descubrir ya por ti solo
la infamia, la mentira y el engaño
de los hombres que a tu alrededor pululan
como moscas, cucarachas y serpientes,
entonces con nostálgica tristeza dirás:
¡Cómo quisiera volver a ser niño!
El cuento que presentamos es totalmente realista. No es un cuento de Hadas, pero es maravilloso, Realismo maravilloso, aun siendo autobiográfico.
“LA REINA LINDA Y EL REY CARPINTERO”
Ella tenía dieciséis años y el Rey diecisiete cuando se casaron. Ella era linda, hermosa, morena, de labios finos, sonriente, con un lunar en la mejilla, ojos negros y cabello ondulado. El Rey era alto, de tez blanca, sonriente, hábil, inteligente. Pero esta pareja no tenía trono ni reina. Los padres de ambos los habían desheredado. Ya casados, se fueron a vivir en un terreno que la abuela los había regalado. Allí, hicieron su ranchito con hojas de poloponta que poco a poco se iba transformando en un ambiente de gran calor familiar.
Reina era muy hacendosa y el esposo construía sus muebles en forma rústica tan solo con un machete, un martillo y un formón. Así, andando el tiempo nació el primer hijo que los llenó de alegría.
Cierto día pasó por allá un hombre venido de muy lejos para hacerse cargo de una escuelita de la aldea de Iruyacu. Pernoctó en su humilde casa y al despedirse les agradeció por su amable hospitalidad y les regaló un libro de un tal Indalecio diciéndoles: “Léanlo y triunfarán, désenlo como herencia a su hijo y a los que han de venir en el futuro. Aprende un poco de todos los oficios –decía el libro- ; carpintería, mecánica, albañilería, de todo un poco y pronto serás rico”
Rey prefirió la carpintería. La gente se quedaba maravillada. En cinco años había construido un palacio de pura madera.
¡Era elegantísimo! Por esa hazaña lo empezaron a llamar el rey carpintero! Cuando inauguraron su casa y se presentaron ante una gran concurrencia estaban vestidos con ropas elegantísimas como si fueran efectivamente reyes. ¡Señores y señoras! -dijo:- Os he invitado a la inauguración de esta casa y al cumpleaños de mi señora esposa; he querido hacerlo así para compartir con ustedes la felicidad y alegría que siento en estos momentos; mi adorada esposa en verdad es la que me apoyó en todo momento haciendo honor al nombre que lleva: ¡Reidelinada… reina de las lindas!…”. Y cuando iba a continuar, su señora le puso sus dedos en sus labios y dijo: “¡Desde que nos casamos, él siempre me ha tratado con cariño. Me decía: ¡tú eres mi reina linda y yo soy tu rey!”.
Los invitados aplaudieron a todo rabiar,
“¡Qué viva la reina linda!”,
¡Qué vivaaaaaa!
¡Que viva el rey carpintero!
¡Qué vivaaaaa!