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miércoles, enero 22, 2025
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Más allá de la Contraloría

Si el actual Contralor sería una persona honesta y preocupada de la imagen de la Contraloría a estas alturas, con tanto cuestionamiento y por su baja capacidad de sindéresis, ya debería haber renunciado. Si ya su imagen como el más alto funcionario público de la entidad responsable del control de los actos de ejecución presupuestaria de la República está realmente deteriorada, más de 1,466 funcionarios y servidores de la Contraloría General de la República, como leemos en los diarios capitalinos, publican un pronunciamiento expresando su “más enérgico rechazo a la campaña de desprestigio que viene desarrollándose contra nuestra institución y contra el Contralor General de la República”. En realidad, nada más falso y, también, un equivocado espíritu de cuerpo.

No vamos a analizar el referido pronunciamiento pues, a la luz de lo que conocemos, el tema de la actuación de la Contraloría está referido fundamentalmente a los aspectos puramente éticos de conducta y actitudes que ha mostrado el alto funcionario contralor, y estos son temas que atañen solamente al personaje y mal hacen los servidores salir a defenderlo, porque el rol de la Contraloría no está en entredicho, como sí las tremendas falencias que el alto funcionario ha mostrado y que el país se haya despertado conmocionado con los actos de corrupción de dimensiones siderales que nunca se habían descubierto y solo se conocen cuando vienen de afuera, y cuando los más grandes corruptos se pasean como Pedro en su casa.

Lo que ocurrió con el Contralor es un fallo de origen, como se ha descubierto. Cuestionado desde el inicio del proceso de su nombramiento, diferentes medios han pretendido demostrar que su formación profesional no sería la adecuada, amén de lo que ya hemos podido ver, leer y conocer, además de entrar en un juego de dimes y diretes en un aspecto que la decencia no lo permitiría. Solo para ilustrar, la revista Caretas, en su número 2490, hace una comparación entre la preparación académica de un miembro actual de OSITRAN con respecto al del contralor, para preocuparse realmente.

El actual proceso a que nos ha llevado este conjunto de actuaciones desacertadas obliga a replantearnos a todos, el rol de la Contraloría. Cito a Carlos E. Paredes, profesor de la Universidad del Pacífico: “El problema es que la Contraloría no cumple con sus funciones, no alcanza sus objetivos […]. El temor a la Contraloría es omnipresente en el Estado, pero este no ha prevenido la corrupción, ha llevado a la inacción. La Contraloría parece no entender que los funcionarios públicos tienen que tomar decisiones bajo incertidumbre y con la información incompleta y que, a veces, se equivocan. En la práctica la Contraloría ha prohibido equivocarse por acción (no por omisión), bajo amenaza de denuncia penal”.

Igualmente, muchos especialistas recomiendan replantear el rol de la Contraloría. Sugiero que 1) parte de todo ello debe estar enmarcado en las políticas públicas relacionadas a la modernización de la gestión pública del Estado, abandonando el excesivo reglamentarismo, con tantas Directivas que los servidores no tienen tiempo ni para leerlas, y donde nadie explica nada, y 2) fortaleciendo el sistema de control interno de las entidades públicas bajo las normas dadas precisamente por la misma Contraloría. Si la gente vive teniéndole terror a la Contraloría seguiremos teniendo funcionarios taimados, mediocres y cobardes, que jamás se decidirán a presentar iniciativas ni tomar decisiones porque vivirán asustándoles que si no cumplen con los reglamentos “no les quedará sino que darle explicaciones al juez, y como amigos que somos te llevaremos cigarrillos y chocolates”. Así estamos. De repente continuamos. [Comunicando Bosque y Cultura].

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