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miércoles, diciembre 11, 2024
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“Entre más, mejor…”

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¿Qué son?, ¿cómo se llega?, ¿cuántos tipos hay?, ¿cuántos pueden llegar a tenerse?, ¿tuve uno alguna vez?… El sonido más esperado, la campana que anuncia la recompensa para la entrega. Es la cita más deseada con la locura de la vida.

Imaginemos una pava calentándose en el horno. Así como cuando el agua alcanza la temperatura necesaria para hervir, el cuerpo llega al clímax ideal y encuentra el orgasmo. En ese momento, como con la precisión de un reloj suizo, cientos de descargas musculares comienzan a conectarse con el resto del cuerpo y marcan la hora.

Estarán quienes creen saberlo todo, los que suponen tener una definición limitada o incompleta e, incluso, los que no saben de qué estoy escribiendo. Por lo pronto, intentaré dejar la ansiedad y las exigencias de lado. Si hay una contraseña para develar los misterios del orgasmo, esa es: “relájate y goza”. A la que, como segunda clave de acceso, deberíamos sumar: “Conócete a ti misma”.

En un momento de mi vida, empecé a conocerme a mí misma, y a concentrarme en alguna fantasía sexual preferida, a maquinar la creatividad necesaria para hacer lo que yo más anhelaba. Y así, mi vida se convirtió en un orgasmo. Y desde ese primer orgasmo literario, ya han pasado 2 años, 730 días, en las que cada semana, el grito de placer, era entregado en un artículo más de, Con aroma a Café. Amargo, exacto y con ese aroma que solo estas líneas pueden entregar.

Desde ese mi talón de Aquiles, el corazoncito inquieto e incauto que humilló a la razón más de una vez, para salirse con la suya e irse de frente hacia el amor equivocado, hasta mi conocida afición por alborotar las hormonas masculinas, esas primeras líneas, que dieron inicio a esas innumerables letras que embriagaron hasta el punto máximo de decir ¡basta! Y aunque algunos manifestaban estar extasiados, a los cinco minutos, querían más.

Si mi abuelita viviera me diría “el tiempo pasa volando, hijita” y sin duda, tendría razón, porque son dos años, que no parecen haber recorrido, ni pasado por mi vida, ni por la de ustedes, queridos lectores.
Me reconozco bastante tímida y temerosa. Sin embargo, cuando alguien me pregunta si me provoca hacer parapente en ese instante, o veo un letrero que anuncia un punto para meterse clavado de diez metros de altura hacia un lago poco profundo, la cobarde que hay en mí, aparece por unos segundos. Poco después, ahí estoy, en pleno lanzamiento al vacío.

Ese mismo riesgo, esa emoción de haber aceptado hacer algo de lo que no estaba segura de ser capaz de hacer, y que no entendía del todo, pero que amaba, fue el determinando impulso que hizo que me metiera con tacos y todo. De esa chica triste que pensaba que su vida corría sin sentido, hasta hoy, ha pasado de todo. Mucho de ese todo, está escrito aquí.

He escrito en cuadernos, facturas, servilletas y más que todo, en mi eterna cómplice: mi laptop; sentada en distintas sillas, escritorios, camas, sofás, cafés, ciudades ajenas, todo lo que en ese momento pasaba por mi panorama emocional, por fuera o en mi interior, quedó plasmado.

Hoy, solo puedo decir que soy feliz. Así suene cursi y cojudo. Es lo único estable que tengo en mi vida y eso me basta. Con eso duermo y vivo, en una tranquilidad que desconocía, con una fuerza que ahora no me avergüenza reconocer.

Les quiero agradecer a todos, este tiempo que hemos pasado juntos.
En serio, esta columna es más larga que cualquier relación que haya tenido en mi vida. Gracias a los que me leen desde el comienzo, a los que empezaron a mitad del camino, a los nuevos lectores, a los que se van y luego regresan, a los que se fueron para siempre, a los que han sido protagonistas con y sin permiso, a los que comparten parte de mi pasado, a los que son parte de mi presente, a los que quisiera siempre en mi futuro, a los que me odian sin conocerme, a los que me conocen bien y a los que quisieran conocerme. Y sin duda gracias a quienes conociéndome, me quieren.

Más placer, más sentimientos, más experiencias, más caídas, más aprendizajes, más sabidurías. Más baile bajo la lluvia, menos engaño, más amor, menos hipocresía, más complicidad…. y más orgasmos. Sin duda, más de un todo, siempre es mejor…

Y en la vida como en el sexo, entre más, mejor…

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