No me interesa la política, muchos menos los gritos, insultos y la prepotencia de los politiqueros. No soy ni seré partidaria de la corrupción y la desfachatez. Me estresa hablar con personas que piensan que estás en su contra por no pensar como ellos. Me molesta toda esa agresividad y los desplantes. Seguramente por todo esto me dirán que soy idiota y en verdad no me importa que piensen eso.
Mi abuelo murió en la cama de un hospital escuchando un programa radial en donde hacían referencia al partido Aprista Peruano de una manera violenta y negativa. Recuerdo que mi abuelo alzó el brazo y renegó muchísimo, cerró los ojos y se fue, con rabia, con dolor, pero siempre con su Apra presente.
Desde niña he sido partícipe de todas las intensas jornadas de mi abuelito. Él formó a muchos jóvenes promesas en política, incluso Aurelio Pastor antes de ser congresista llegaba a la casa con frecuencia, del aeropuerto directo a mi abuelito, por consejos, asesoramiento y supuesta amistad. Pasó el tiempo, Aurelio ganó y el poder llegó tan rápido como su cabellera blanca. Antes de partir mi abuelito conoció la ingratitud de la peor forma, quizás la decepción lo mató.
Muchas personas militantes del partido Aprista han sido apasionados por los ideales que creían los correctos y que fueron liderados por Haya De La Torre, actualmente sabemos que esos principios se han esfumado para siempre, no solo en el Apra sino en la mayoría de partidos de antaño, aquellos que tienen historia.
Así como la política, no me interesan las personas que se creen capacitadas intelectual y moralmente para hablar y dar lecciones sobre todos los temas sin excepción alguna, es decir, unos genios mediocres de pies a cabeza. No me gusta que me pregunten por quién votaré. No me gusta la política porque cada vez se parece más a un partido de fútbol, una opción que involucra emociones y que es rentable. Un negocio completo.
Tenemos a representantes que nos merecemos porque nosotros los hemos elegido. Son pocos los que entran a la política con compromiso social y eso no es novedad. Aunque tenga repelo a la política mal usada, estoy completamente segura que nadie puede esconderse de ella, pues la propaganda, la corrupción y las violaciones de derechos humanos siempre estarán presentes en nuestras vidas, así que tarde o temprano terminarás sometido a ella.
Para mi política es Carlos Alva Vigo, militante que hasta su muerte lloró por su partido, ese que nunca fue recíproco con él. Ya han pasado 12 años desde su partida y el sinsabor de la politiquería no se ha esfumado de mí. Hace unos días subí una foto con él y se contactó conmigo una persona que curiosamente me preguntó si era mi abuelito, esta persona me comentó que lo conoció en el partido y que de él solo tenía buenos recuerdos, sin duda la parte más bonita de la política. Ambos iniciamos una conversación amena. Hablamos de política de antes, esa que tenía ideales, pasión, todo aquello que en la actualidad se ha esfumado, porque sus mismos dirigentes terminaron por enterrar a Belaunde y a Haya De La Torre. Así de simple.
Me siento feliz de haber conocido desde niña la política reflejada en la pasión de mi abuelito, agradezco haber tenido la oportunidad de conocer la parte negativa de los partidos políticos y la maldad de dirigentes que lograron tener puestos de trabajo con favores políticos, porque todo eso me enseñó muchísimo.
En nuestra sociedad faltan personas como mi abuelito, quizás como tu tío, tu hermana o tu vecino, esas personas que aman, que se apasionan por sus ideales, que ponen en práctica sus valores y tienen sueños compartidos para un país mejor. Hay pocas personas así, pero existen y si existen, todavía hay esperanza.
Soy consciente que la política está presente en nuestras vidas de manera permanente, porque es importante para el desarrollo correcto de un país, es por eso que debemos ser conscientes en la elección de nuestros representantes. Conozcamos más de política, porque cuanto más informados estemos, mejores decisiones tomaremos.
Hagamos política y dejemos de practicar el fanatismo, porque solo te llevará por el camino más fácil y peligroso: La corrupción.
La política no me gusta, pero yo sí a ella…y ahora ¿Qué hacemos?