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sábado, mayo 10, 2025
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Nelson Mandela: el gigante

a través del cristal
Willian Gallegos Arévalo
columnista

Por mucho tiempo se hablará sobre Nelson Mandela, la persona posiblemente más vital del siglo XX. El hombre que ha llegado al nivel de gigante. Y lo hace con la fuerza moral tremenda solo posible a los seres superiores. Porque la vida y la enseñanza que nos enseñó y nos deja Nelson Mandela, ex presidente sudafricano, nos retorna a un escenario en donde el heroísmo y la práctica de los valores es posible, a pesar de los contrastes de la vida. A pesar que los grupos de poder se han adueñado de los destinos de los seres humanos. A pesar que los corruptos se las dan de consejeros y se han enseñoreado en el mundo de la política.

Tal vez sea Nelson Mandela uno de los pocos hombres que hicieron política como una forma de redención de sus semejantes, y de sí mismo, y no sé si estoy diciendo algo nuevo. Porque incursionó en los laberintos de la política como parte de un apostolado, y no para lucrarse de ella y vivir de ella, como los sinvergüenzas de hoy, que se desesperan por estar en los medios, a pesar que moralmente deberían estar impedidos y varios de ellos con sus huesos en la cárcel, y hacen alarde de sus ingresos fabulosos, como producto de contubernios, en esta sociedad con una justicia permisiva y los medios complacientes.

Me remito a Ariel Dorfman, uno de mis escritores y ensayistas favoritos –les recomiendo sus artículos sobre Pinochet—cuando posiblemente sea el que mejor expresa el valor moral de Mandela: “Admirable ese hombre, pese a haber pasado casi treinta años en la cárcel. Quizás porque pasó tanto tiempo coexistiendo con sus más enconados adversarios, comprendió que la reconciliación es posible. Siempre nos advirtió que no se traicione la memoria, siempre que se exija el arrepentimiento ajeno. Admirable, sí. Y justo cuando pensamos que no se lo podía admirar más, justo entonces decidió no eternizarse en la Presidencia. Decidió dar un ejemplo de probidad y confianza en la democracia. Uno de los hombres más populares del mundo y un ídolo en su país prefirió no acumular todo el poder en su persona, prefirió preparar a su patria para el momento inevitable de su desaparición”.

Si como dice Dorfman, la reconciliación es posible, lo verdaderamente hermoso de Mandela es su capacidad para perdonar a quienes fueron sus verdugos y carceleros. Cuando dejó la prisión, diría Bill Clinton, salió un hombre mayor al que entró. Precisamente el ex presidente estadounidense nos revela la conversación con Madiba, en el siguiente diálogo, citado por el portal terra.com:

“Dime la verdad, cuando caminaste por ese camino la última vez (al salir de la cárcel) ¿no los odiabas [a tus carceleros]?
“…soy lo suficiente mayor para decir la verdad (…). Sentí odio y miedo, pero me dije a mí mismo: ‘si los odias cuando te metas en el coche seguirás siendo su prisionero’”.

En esa sonrisa, que muchas veces me parecía triste, se revelaba el carácter de un hombre realmente superior e incomparable. De un hombre que comprendió que para ser verdaderamente libres, el perdón y el amor deben ocupar los lugares de los rencores y los resentimientos, y su actitud es la enseñanza de una vida de sufrimiento y plenitud: es el triunfo del ser humano ante la adversidad.

Los políticos corruptos que tenemos hoy, y que siguen en el escenario, deberían mirarse en Mandela y permitir que nuestro país alcance la justicia y la decencia.

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