Difícil asisto a reuniones sociales, de tipo cumpleaños, matrimonios, básicamente por una razón muy simple: No me invitan. Pero mi alumna Shirley sí me había invitado esa vez, en realidad era la primera vez que me invitaban a una fiesta de quince años, y además del regalo quise darle algo más, un texto mío. Fue así que escribí esto, para ella que hoy comparto con ustedes.
A estas alturas de tu vida, en este corto recorrido que realizaste, 15 años, seguramente ya tienes algunas cosas en claro; como el hecho de que nosotros los humanos no siempre resultamos satisfaciendo las expectativas que tenemos los unos de los otros, es más, es raro que lleguemos a satisfacer realmente a alguien en sus expectativas. Ya habrás escuchado por innumerables veces “no se puede contentar a todos”; yo diría, si es difícil contentar a lo menos a uno cuán difícil es intentar contentar a medio mundo.
Por lo cual te sugiero que no te afanes mucho en ello. Preocúpate, eso sí, por ser respetable ante los demás. Pero que ese ser respetable ante los demás no sea como una exigencia social o algo parecido, sino que sea resultante de un amor propio, de tu comprensión de tu dignidad como persona. Ante todo eres una persona, un ser humano y ese hecho te hace poseedora del principal derecho de todos: la dignidad. Nunca pierdas tu dignidad. Y créeme cuando te digo que si pierdes la dignidad pierdes tu fortaleza moral, tu fortaleza interior.
Tienes que aprender de todos, nunca menosprecies una oportunidad para aprender, pero en esto de aprender también tienes que tener cuidado. En primer lugar, no lo puedes aprender todo, ten en cuenta que apenas alcanzamos a aprender una mínima parte de todo el conocimiento universal. Pon énfasis en un área determinada del conocimiento y sé la mejor en eso, en todo caso da lo mejor de ti siempre. En segundo lugar, no todos los aprendizajes son buenos o positivos para ti; por ejemplo, no por el hecho de querer aprender vas a aprender ocultismo o algo parecido, o a querer experimentar con drogas. Utiliza tu capacidad de análisis para optar por las cosas que te ayudan, que van a hacer de ti una mejor persona, alguien más feliz.
No quería terminar sin recordarte de alguien muy importante, de alguien a quien tienes que tener presente todos los días: Dios. Tener presente a Dios es tenerlo en cuenta en tus decisiones, en tus acciones. Tener presente a Dios en tu vida es llevar una vida de amor hacia el prójimo, amor hacia la verdad y la justicia. Lee, lee mucho, muchos libros; pero separa siempre un tiempito para leer la biblia: te hará más sabia.