Voces de Pegasus
Por: Cristian Meléndez Obregón
Se pude uno quedar con la imagen de terco, obstinado y hasta fanático cuando de aferrarse a un principio se trata, un principio invariable a través de los tiempos; cuando se renuncia a la comodidad de acomodarnos al relativismo de moda, aun a riesgo de las risitas burlonas de algunos que pretenden que la moda está por encima de valores morales universales, tan válidas e inmutables como las leyes que rigen nuestro universo. No es cuestión de parecer, de ganar la imagen de tolerantes, de hombres de pensamiento moderno a costo de acallar la voz de nuestra conciencia, de taponarse los oídos con cera para no escuchar esa voz interior gritándonos que está mal ese negocio donde saldrá perdiendo quien a cambio de miradas y sonrisas aprobatorias niega en parte o totalmente sus convicciones, las bases mismas de su fe.
Cuando determinada iglesia, que se atribuye ser la más antigua, la verdadera, la fundada por Jesús sobre Pedro cuando en realidad tal iglesia apareció tres o cuatro siglos después cuando fue oficializada por el emperador Constantino en Roma, olvidando desde el principio las palabras de Jesús cuando dijo que no se puede servir a dos señores: el poder y la política o Dios. Nunca los dos juntos. Cuando tal iglesia concita el interés mundial ante el cambio de su líder y máximo representante inmediatamente surge la cuestión planteada desde diferentes ángulos por periodistas, estudiosos del tema y en fin por la sociedad en su conjunto: ¿Correrán vientos de cambio en tal iglesia? ¿Se aperturará a los cambios de pensamiento propio de nuestros tiempos imperantes de relativismo, de sensacionalismo, vale decir de culto a las sensaciones? ¿Seguirá manteniendo posturas antiguas y desfasadas según sus críticos?
¿Por qué aceptar como normal lo que la sola lógica nos dice que no es así? Si una gran parte de la población mundial práctica descaradamente la mentira, la violencia en todas sus manifestaciones, ¿eso hará entonces que pueda ser considerado como nuevo valor a la mentira y la agresividad y desechemos la verdad y la paz? La cuestión es ¿debemos de adaptar la iglesia al mundo o el mundo debe de adaptarse a la iglesia? Y cuando hablo de iglesia es necesario señalar que la iglesia que se proclama universal es solo una manifestación más del cristianismo, no la única y exclusiva, pues no por el hecho de ser mayoritaria invalida o deslegitima a las otras manifestaciones confesionales de cristianismo.
Cuando muchos pretenden que el máximo líder religioso de la iglesia con sede en Roma valide con sus afirmaciones situaciones contrarias al cristianismo bíblico, el matrimonio homosexual, el uso de métodos anticonceptivos considerados como abortivos, por citar solo dos los temas más polémicos; cuando se pretende entonces una aprobación por parte de las autoridades religiosas en estos y otros asuntos estamos pretendiendo acomodar a Dios a nuestro gusto y preferencia, fabricarnos un dios que no nos prohíba nada, que esté de acuerdo con nuestras perversiones y desviaciones de lo que sabemos que es correcto. Y no entendemos que un padre siempre dirá NO a un hijo suyo que pretende lanzarse del tercer piso porque sabe que se lastimará. Lo hace porque lo ama, no por ser autoritario y dictador como pudiera pensar su hijo.
Y si tal ocurriese, es decir que este nuevo líder religioso (que esta vez resultó siendo paisano de Borges y Cortázar) cediera y aceptara que está bien, que puedan casarse entre hombres y no pasa nada, que sí se puede utilizar los métodos anticonceptivos que uno quiera incluso los abortivos, que no importa ni la virginidad ni la castidad, en fin. Aunque no lo creo, digo, si tal cosa ocurriera, ¿significa acaso eso que está bien, que ya no importa lo que dice la biblia, y su Autor, al respecto?
Porque al fin de cuentas los que quieren hacer lo malo lo harán con aprobaciones o sin ellas, que lo negro no dejará de ser negro sólo porque lo llamemos mil veces blanco. Hay cosas que tienen al frente un gran cartel: NO NEGOCIABLE. Y así debe permanecer.