En estos días fui invitado, como representante de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, a Radio Capital para hablar sobre el tema de la corrupción. Junto a mí fue invitado un abogado penalista, especialista en corrupción en el sector privado. La entrevistadora tenía como tema bandera la acusación contra Ollanta Humala respecto del caso Lavajato. Con ello ya estaba cerrando bastante las posibilidades de debate sobre otros temas, pues le daba un enfoque estrictamente legal y dejaba detrás los aspectos sociales y políticos. Es por ello que tuve que planar una estrategia para colocar cuestiones políticas y sociales sobre la mesa, pues parecía que mi compañero de entrevista no tenía intención de ponerlos.
Lo primero que era necesario es cuestionar la definición jurídico-dogmática de corrupción como uso privado de recursos públicos. Si esa fuese la única definición, no podríamos hablar de la corrupción en el sector privado (y no se si mi compañero de entrevista se dio cuenta de que, según esa definición, no tenía en qué trabajar).
Pero lo peor de todo es que la entrevista comenzó a girar en torno a la corrupción del congreso actual y los delitos de quienes están postulando al próximo congreso. La idea parecía de que el congreso es corrupto por antonomasia. ¿Cuál podría ser la conclusión que se deriva de ese diagnóstica apocalíptico? ¿Acaso elegir a un presidente que cierre el congreso, como lo hizo Fujimori?. Lo que quedó oculto es que hay políticos y congresistas que no eran corruptos. Claro no se tratan de personas santas, pero no son delincuentes. Lo que sucede, y eso le dije a Lorena Álvarez, la entrevistadora, era que entendía que el trabajo de los periodistas era denunciar los manejos turbios de los políticos y los congresistas, pero eso generaba la sensación de que todo está podrido y se requiere de una mano dura que acabe con todo sobre raíz. Para eso tuve que recordar que durante el gobierno de Alberto Fujimori había una sensación de corrupción del 53% y que su sentencia incluía malversación de fondos por 600 mil millones de dólares. Es decir, la mano dura no es la solución. Además tuve que recordar que las cosas estaban, mal que bien mejorando, a pesar de todo. Y la muestra es que tengamos en la cárcel a un ex presidente. Eso es algo inédito en la historia de este país. Además tuve que recordar que entre los candidatos había cuatro que no estaban acusados de nada: Barnechea, Guzmán, Mendoza y PPK. Pero la reacción fue que se trataba de 4 de 17, como intentando marcar una regla general con 4 excepciones.
Durante la entrevista, Álvarez lanzó la siguiente pregunta: ¿cuando el Estado es más grande y tiene más burocracia, la corrpción aumenta?. El abogado no dudó en decir súbitamente en que era evidente y automático, como si hubiese una ley natural que conduce a la regla de “a más Estado, más corrupción”. Entonces tuve que intervenir para señalar que su respuesta carecía de base empírica, ya que Fujimori adelgazó el Estado y fue el gobierno más corrupto de la historia del Perú.
Las llamada del público también tenían sus puntos débiles. Apuntaban a que los jóvenes o eran apolíticos o tenían tendencia a la corrupción. A ello tuve que decir que en las aulas universitarias veía otra cosa, completamente distinta. Los jóvenes están preocupado e indignados y buscan hacer cosas desde las aulas, los estudios y las asociaciones que van formando de manera espontanea. Posiblemente esa mirada desesperanzadora respecto de la juventud se encuentre promovida, en parte, por la crónica negra que los medios de comunicación difunden porque tiene audiencia y da dinero.
A la caída del régimen de Fujimori se había generado un consenso entorno a que la corrupción era mala y la causa de ella fue la dictadura y la mano dura. Ahora, en parte gracias a los medios, el consenso que se quiere forjar es que la corrupción es uno de los mayores males (y, sin duda lo es) pero la causa de éste es la democracia y el congreso y el remedio sería la dictadura y la mano dura. Me parece escuchar de nuevo el apláuso multitudinario despues de que alguien dijo por la televisión nacional “disolver, disolver”.