El temblor se sintió con intensidad IV en la escala de Mercalli. Aunque no se registraron daños personales ni materiales, el evento vuelve a evidenciar la vulnerabilidad urbana de la ciudad, donde más del 80 % de viviendas han sido construidas sin planos aprobados ni supervisión técnica, muchas de ellas levantadas por maestros de obra sin control municipal.
Otro riesgo es la extracción sin regulación de materiales de construcción —como arena, grava y piedra de los ríos Yuracyacu, Romero y Río Negro, práctica que debilita el terreno y altera los cauces naturales, afectando tanto a zonas urbanas como periféricas.
Pese a estar en el Cinturón de Fuego del Pacífico, una de las zonas sísmicas más activas del mundo, las campañas de prevención siguen siendo deficientes, con simulacros que no preparan realmente a la población. Las autoridades insisten en reforzar la cultura de prevención, pero la informalidad urbana y la falta de acción institucional continúan siendo una amenaza silenciosa.
El sismo no dejó heridos, pero sí una alerta clara: el peligro no está solo bajo tierra, también está en cómo y dónde estamos construyendo.