Acabamos de salir de un proceso electoral para entrar nuevamente a buscar las oportunidades para el desarrollo de las regiones en los próximos cuatro años, después de haber perdido una vez más, como siempre, un periodo de gobierno, porque los próximos años que se nos vienen podrían ser los más difíciles por el momento que vive el país por la intolerancia de quienes dicen representarnos y a quienes no les interesa el país, sino en defender a quienes consideran sus líderes naturales.
La llamada clase política en el Perú de hoy está tan degradada, como repudiada, por la ciudadanía, con excepción de quienes se consideran sus acólitos o incondicionales que han confundido la lealtad con la obsecuencia, porque si bien muchos de sus “líderes” no tienen aún las evidencias que les pueda llevar a ser detenidos y encarcelados, los indicios de sus latrocinios son más fuertes y donde juegan un papel fundamental los operadores quienes, en algún momento tienen que también ser comprendidos como aquel congresista de aspecto mefistofélico que en algún momento diría que el conocido Barata ya había declarado todo lo que tenía que revelar, respecto al caso Lava Jato, cuando pocos días después salieron revelaciones más graves.
El Perú parece hundirse en el desconcierto. Que se sepa, nunca existió en el país una clase política más ruin y desgraciada como lo tenemos hoy en día. La clase política que dice representarnos en el Congreso, con excepciones, pareciera pertenecer a esos seres de ultratumba por sus maneras siniestras y perversas de entender y practicar la política. Es la clase política que ha perdido la propia vergüenza y el respeto a un país al que denigran con sus actos, con sus declaraciones de sujetos chabacanos, zafios y sus gestos pedestres que ofenden y que hunden al país en la miseria moral, tanto que todos podrían creer que en el Perú, para ser político, las cualidades son el ser brutos, mendaces, analfabetos, falsarios y tener mucho dinero.
Existe hoy en día una falacia en el que también caen intelectuales otrora de respeto y credibilidad, y es en cuanto a la reelección de los congresistas. Por ejemplo, el tema propuesto por el Ejecutivo para la reforma política es la no reelección de estos individuos; sin embargo, “intelectuales”, como Enrique Bernales y, obvia mente, los actuales congresistas dicen que eso “lo decide el pueblo” y que, además, se necesita gente ´con experiencia´ en el Congreso. Con este argumento vamos a tener por décadas y solo trabajando para sus intereses a Mulder, Velásquez Quesquén, Vitocho” García Belaunde, Lescano, Becerril y a otros impresentables, cuyo bajo nivel intelectual suplen con habilidad política.
Es hora que los ciudadanos les digan a los políticos que ya no estamos decididos a permitir tanta impertinencia y majadería. A casi toda esa gente verles casi rebuznando es como demostrar que somos un país en la miseria. Son estos miserables metidos a ´políticos´ quienes le están jodiendo a nuestro país. Es hora de despercudirnos de estas lacras.