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viernes, diciembre 13, 2024
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Paolo Guerrero y una sociedad sin héroes

Es innegable que la sanción en contra de Paolo Guerrero, que lo saca del mundial, es un hecho que ha sacudido a toda la sociedad peruana, sin importar posiciones sociales, niveles culturales o cualquier forma de estratificación o diferenciación. La solidaridad con el artillero peruano no conoce precedentes. Si bien ningún mundialista de los setenta padeció la injusticia contra Paolo, y si bien también la opinión pública hoy se fermenta en las redes y en la explosión de las tecnologías, no es exagerado sostener que el 9 de la selección peruana ya se ha convertido en el jugador más querido de toda la historia del fútbol peruano.

Por todas estas cosas tampoco es aventurado señalar que detrás de la reacción a favor de Paolo emerge una expresión de la peruanidad que se ha ido fraguando en las últimas décadas con las incesantes migraciones y el crecimiento económico del último cuarto de siglo. En ese contexto, más allá de cualquier injusticia, hoy Paolo parece más grande que los Cubillas, los Oblitas y los Cueto. Claro que cualquiera podría sostener que es inapropiado establecer comparaciones entre Paolo y los ídolos de los setenta y los ochenta, considerando que Facebook, Youtube y Twitter ni siquiera habían sido imaginados. Es una parte de la verdad.

De alguna manera se podría argumentar que la solidaridad extendida con Paolo tiene que ver con que la sociedad del espectáculo (hija de la revolución de las telecomunicaciones) ha llegado para quedarse. Sin embargo, existe una diferencia que quizá podría ayudar a comprender esta especie de búsqueda insaciable de ídolos y héroes que se ha desatado en la peruanidad.

En la sociedad de los setenta, por ejemplo, los políticos, los escritores, y la élite dedicada al quehacer público y cultural tenían una ascendencia largamente superior en la sociedad. Por ejemplo, Víctor Raúl Haya de la Torre y Fernando Belaunde eran dos políticos queridos y respetados en el Perú letrado y también en el Perú iletrado; o para simplificar las cosas, en los dos países en los que suele dividirse la sociedad peruana desde la Independencia. En otras palabras había héroes y paradigmas, no obstante que la peruanidad todavía era una especie de primer borrador.

Hoy la peruanidad tiene más formas y definiciones, sobre todo, porque los peruanos —desde los barrios mesocráticos de Lima hasta la comunidad colgada en los Andes— padecieron la insania del terrorismo comunista y la devastadora hiperinflación. En medio de la incesante migración, las reformas económicas de los noventa desataron las fuerzas capitalistas en el Perú, el PBI se triplicó, se redujo pobreza a solo 20% de la población y aparecieron clases medias como nunca en la historia nacional. El mercado derribó castas sociales, se convirtió en el crisol de la peruanidad, y hoy emergen nuevos ricos con los colores y los tonos del mundo andino.

Para simplificar las cosas, se dibujó la peruanidad. Sin embargo, la nueva sociedad emergió sin héroes, sin ejemplos a seguir. Muy por el contrario, todo lo público se deterioró a niveles inimaginables y los políticos comenzaron a ser rechazados. Antes de que asomara una nueva peruanidad más definida, el fútbol se había desplomado hasta el fondo luego de Cubillas y Sotil. Las posibilidades futboleras mucho tienen que ver con las posibilidades de un país.

En ese momento estábamos cuando apareció Ricardo Gareca y la clasificación al mundial. Ahora el TAS y la FIFA sancionan a Guerrero, y la sociedad en frenética búsqueda de héroes explosiona a favor de Paolo, algo imposible de imaginar en el caso de un jefe de Estado.

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