Perú, país en donde ser cholo y serrano es ser ignorante y asqueroso. Donde la mujer de la selva es sinónimo de fácil. Donde ser blanco y ser “pituco” te da el derecho de denigrar al resto. Un país donde se aprende inglés en vez del quechua. Una patria en donde prefieren bailar reguetón que un huayno. Si esto te indigna, amas al Perú.
Somos una nación de gente trabajadora que lucha por salir adelante día a día, personas que trabajan más de 12 horas y que son explotadas por peruanos y extranjeros, algunos son encerrados y mueren calcinados al no poder escapar de un incendio, otros son encadenados para terminar su jornada laboral sin perder tiempo en ir al baño o tomar agua.
Somos un país tan rico, que a la vuelta de la esquina asesinan por robar un celular, entran a tu casa, violan a tu hija y se llevan todo. Mueren ancianos, niños y jóvenes al ser envestidos por vehículos conducidos por irresponsables en estado de ebriedad. El país es único en el mundo, a diario asesinan mujeres asfixiándolas, quemándolas, cortándolas en pedazos, a martillazos o de un solo plomazo. En esta sociedad que vivimos, las niñas y niños son violados en sus casas y por sus familiares.
Hace unos días disfrute de una paradita fenomenal, estuvo bonito, todos desfilaron elegantes, portaban sus escarapelas, rendían homenaje a la bandera. Las escolares cantaban con fervor el himno, los militares hacían su mejor desplazamiento y la policía escenificaba la captura de delincuentes que asaltaban a un empresario, claro, todo era una realidad disfrazada alegóricamente para decir que aman a este país y luchan por el bienestar de todos. El patriotismo se sentía en cuadras y cuadras de una avenida, sin embargo al terminar el desfile, la paradita no tuvo un final feliz, una persona por sentirse el “bacán” en su motocicleta, aceleró y casi atropella a un grupo de personas.
Unos minutos después de haber culminado la paradita militar, lo que quedaba era basura por toda la pista asfaltada, basura que se confundía con algunas escarapelas tiradas en el suelo. ¿Amamos al Perú? Somos hipócritas, no se ama un país dos días al año y colgar una bandera y ponerte una escarapela, no te vuelve un ciudadano que ama y respeta a su patria.
Mañana celebramos una fecha más de la independencia de nuestro Perú, para ser exactos 196 años desde que el general José de San Martín (y no Simón Bolívar señores del MINEDU) proclamó la independencia, recibió la bandera del Marqués de Montemira y exclamó las célebres e inmortales palabras: “El Perú desde este momento es libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende ¡Viva la patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia!”
La independencia significó mucho más que la ruptura del vínculo jurídico con el Rey de España, es la afirmación del hombre que ha nacido en nuestro territorio y de su derecho al gobierno de lo propio. Es la reacción contra el mal funcionario, contra la norma injusta, contra el impuesto excesivo, contra el abuso de poder; es una manifestación más del espíritu crítico en la vida intelectual, social, política; es la oposición al sometimiento económico en función del interés de la Metrópoli; es una manifestación de algo cercano a la madurez de esa comunidad que llamamos Perú; es el enaltecimiento de las calidades del mundo americano; es el anuncio del fin de la esclavitud del negro; es una muestra más del angustioso entretejido entre las ideas del siglo XVIII y la pervivencia de la formación escolástica.
La libertad en toda su extensión nos ha permitido levantarnos como país, nos independizó un José de San Martín, que no era peruano y hasta hoy seguimos en cierta forma dependiendo de culturas ajenas, chilenos, gringos y japoneses nos dan trabajo en nuestro país y nos dan de comer, en ocasiones nos tratan como mendigos.
¿Hasta qué punto “la libertad y la independencia” es una voluntad que Dios quiso para nosotros? Todavía somos esclavos, todavía nos explotan con jornadas de trabajo y por nuestras narices empresas extranjeras se llevan nuestra materia prima a precios regalados para que después vuelva a nuestro país con productos con un costo alterado, irónicamente a nosotros eso nos encanta.
“Yo amo a mi Perú” y sin embargo siguen pensando que todo lo que viene de fuera es mejor, el profesional, la comida, la ropa, las canciones, las bebidas y hasta el esposo, porque para mejorar la raza, las “peruanas de exportación” prefieren un gringo.
Por esto y más, ya no quiero más paraditas militares disfrazadas, yo quiero una buena paradita pero la que viene con un final feliz incluido…